jueves, 13 de mayo de 2021

Carta de un indígena del Cauca a un caleño de camisa blanca

Hernando Llano Ángel
Coincidencialmente encontré en la Avenida Cañasgordas de Cali, entre trapos ensangrentados, esta carta anónima que a continuación divulgo, porque considero que puede ser útil para comprender lo que nos está sucediendo, no solo en la sucursal del cielo, sino en todo el país: “Le escribo a usted, hombre de camisa blanca, con rabia y lágrimas en mis ojos. También con odio en mi corazón. Usted y sus vecinos dispararon a matarnos. Hirieron a 10 de mis compañeros y el agente de policía, a su lado, no hizo nada para protegernos. ¿Por qué cree usted y sus acompañantes de camisa blanca que pueden disparar y nada les va a pasar? Acaso cree que nosotros no tenemos derecho a la vida, igual que usted y sus familias, simplemente porque somos indios del Cauca. Eso era en el pasado, cuando nuestros mayores a sangre y fuego fueron despojados de sus tierras, humillados y obligados a refugiarse en el monte, sin que nada les sucediera a los responsables de esos crímenes. Y ahora quieren hacer lo mismo con nosotros, echarnos a punta de bala y sangre de Cali, como si esta ciudad fuera una hacienda de su propiedad, para disfrutar solo con su familia y sus amigos en forma exclusiva. Por eso atravesaron sus camionetas y sacaron sus armas, para que no pasáramos en nuestras chivas. Y nos gritaron con furia: “¡Cali se respeta! Y nos insultaron: ¡Fuera de aquí indios malparidos!” ¡Vuelvan a su tierra!” Y empezaron a dispararnos, porque ustedes se creen con derecho a matar, porque se consideran superiores y viven totalmente convencidos y seguros de ser mejores y buenos. Así lo gritaban: “Los buenos somos más”. Y se visten de blanco, pero tienen mucho odio en sus corazones y sangre en sus manos. Por eso huyeron en sus carros a sus casas, para ponerse a salvo con sus guardias y escoltas. Y hasta allí llegamos algunos, con rabia y con fuerza rompimos puertas, causamos daño a sus carros y nos defendimos con nuestras manos, bastones y piedras, pero no disparamos. Sí, quemamos carros, pero no herimos de muerte a nadie. Nosotros estamos en Cali porque queremos vivir y hacer respetar nuestros derechos. Porque tenemos iguales derechos que ustedes a la vida, sin que nos maten por reclamarla. Porque no aceptamos que a nuestros hermanos menores que viven en ciudades los persigan y maten por reclamar sus derechos y dignidad. Porque todos, que somos mayoría, nos cansamos de vivir humillados, hambreados e ignorados. Ya le perdimos el miedo hasta al COVID y a la muerte. Y nos levantamos como ciudadanos, negros, indios y campesinos, con iguales derechos a ustedes. Ya no somos menos, no somos peones, ni sirvientes, somos ciudadanos, no somos esos “indios cochinos” o esos “negros brutos”, sin derecho a la ciudad, a sus centros comerciales, a sus parques, a sus colegios y universidades, hospitales, calles y plazas. Porque nos han negado durante toda la vida esos derechos fundamentales, como si nuestras vidas y dignidad no fueran iguales a las de ustedes. Por eso nos hemos tomado las vías. Por eso están bloqueadas, porque solo así Duque y ustedes, entenderán que nuestras vidas son más importantes que las vías y carreteras. Por todo eso, hombres y mujeres de camisa blanca, estamos en Cali y nos iremos cuando nos reconozcan nuestros derechos a una vida tan digna como la de ustedes, con garantías plenas a los derechos fundamentales que ustedes siempre han gozado como privilegiados: la vida, la salud, el trabajo, la educación y la protesta. Y continuaremos en esa lucha desde nuestros resuguardos con millones de colombianos en las carreteras y en otras ciudades. Cuando Duque nos trate igual a ustedes y no como a peligrosos criminales y vándalos, contra los cuales arremeten furiosos policías y militares, podrán transitar libremente por carreteras y calles. Pero primero el gobierno y ustedes tienen que desbloquear nuestras vidas para nosotros desbloquearles las vías. Porque queremos que la vida de todos y no la de unos pocos transite libre, segura y digna por todas las vías de Colombia”. Hasta aquí la imaginaria carta que encontré en la Avenida Cañasgordas, pero que todos podemos ver y leer en los noticieros, si nos despojáramos de nuestros prejuicios clasistas, racistas y del ejercicio de nuestros derechos como privilegios exclusivos. Si nos comprometiéramos a forjar de verdad una democracia de ciudadanos y ciudadanas, en lugar de seguir siendo complacientes y hasta cómplices de un régimen político corrupto y electotanático, en beneficio de privilegiados indolentes e insolidarios. Esos noticieros todos los días nos informan de más víctimas mortales y menos vías vitales. Vías que han ido permitiendo el tránsito de alimentos, medicinas y gasolina, para la vida de todos, con los corredores humanitarios. De alguna forma, los bloqueos y el vandalismo desbocado, también nos revelan que cada día perdemos más nuestra sensibilidad y empatía como seres humanos y colombianos. Al punto que ya se anuncia por redes sociales una “MANCHA BLANCA”, donde sus promotores proclaman que: “Los buenos somos más” y puede convertirse mañana, sin ellos proponérselo, en una “MANCHA SANGRIENTA”, de la que nadie está a salvo de ser parte, como está sucediendo en desarrollo del paro nacional, donde el número de víctimas mortales oscila entre 42 según la Defensoría del Pueblo y 33 el Ministerio de Defensa y un número incierto de desaparecidos entre 379 y 133. PERIODICO EL ESPECTADOR Jueves 13 de mayo

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