William Querales*
falleció el 8 de junio de 2009
Me dijo Ángela Castaño, mujer wayuu del clan
Jusayú, que los pájaros en toda la Guajira se habían
alborotado esa madrugada. Ya se sabía sobre la muerte de un patriarca de la etnia
wayuu, Miguel Ángel Jusayú; un ser
culturalmente muy cultivado y muy entusiasta. Dice el maestro Prieto Figueroa,
que la alegría y el entusiasmo solo brota de las entrañas de los seres sabios
que aprecian, aman y valoran sus ancestros y sus culturas. Los wayuu viven para reunirse con los Seyú: espíritus creadores todopoderosos
de esa cultura. Miguel Ángel Jusayú fue un cronista de lo cotidiano y un gran
historiador de su sabia, experimentada y ancestral cultura wayuu. Una vez en el barrio San José de Maracaibo, cerca de
los postes negros, en una de esas visitas inesperadas de tiempos decembrinos,
cuando los gallos hacen pausa y dejan cantar a los gaiteros zulianos, el
maestro Jusayú, me habló de su niñez y de su vida. Lo escuché con atención y
mucho respeto. Cada palabra era un concepto y una definición sobre las
perspectivas de la vida, los valores wayuu
sobre
el trabajo y el significado de la tierra como morada del encuentro.
Jusayú, solía ser como los sabios semióticos del lenguaje. Un sabio de la
semiótica del lenguaje es un ser que sabe interpretar los signos sociales del
pasado: Por ejemplo, un profesor de la Universidad de Boloña, un italiano, llamado Unberto Eco, autor de una
extraordinaria novela sobre la religiosidad y la inquisición de la Edad Media,
El Nombre de la Rosa y un sabio profesor vasco, llamado Fernando Sabater,
profesor de la Universidad Complutense de Madrid y autor de los Diez
Mandamientos; dos filósofos de hoy, muy actualizados en sus investigaciones
sobre nuevos conceptos y nuevas definiciones. En el pasado
reciente, fue el Rector de Salamanca, Don Miguel de Unamuno, figura en esa
selecta lista, igualmente, el francés del existencialismo, Jean Paúl
Sartre. De ese gran material y de ese colosal tamaño está hecho el maestro
Miguel Ángel Jusayú, para entender las dimensiones de la grandeza de su
conversación y de su profunda capacidad de diálogo. Jusayú es un ser monumental. Un colosal ejemplo. Ser amigo de
Jusayú o estar cerca de él, seguro estoy, debió ser todo un
privilegio. Uno de sus amores más intensos, fue el wayuunaiki, donde colocaba cada letra y cada pronunciación,
simétricamente, ubicada, para nutrir y alimentar cada palabra
del idioma y del diccionario de una cultura terrenal milenaria, muy subversiva
por avanzar contra todo formalismo mestizo y pequeño burgués. Así es la cultura
wayuu. El maestro Jusayú,
nació en la alta Guajira donde el viento del mar y el sol intransigente
estremecen al hombre y a la mujer wayuu y todo cuanto les rodea al ritmo de la
yonna, danza expresiva wayuu, que
hace brotar sus sentimientos. De esos mundos maravillados, salió Miguel
Ángel Jusayú, salió con el cantar y el himno de los pájaros, el sonido de
los vientos y la formación de los cardonales. Los alíjunas o los blancos
mestizos, lo conocieron, como un cultor providencial, discapacitado por la
ceguera. Jusayú era un cultor del idioma wayúu,
llamado el wayuunaiki. Miguel Ángel
era un sabio lleno de paciencia. Como fue el sabio Confucio y el patriarca Job,
hombre bíblico, el primero que desentraño las virtudes de la paciencia, como
herramienta vital del saber. La nación wayuu guarda hoy luto. Yo no alcanzo a
conocer, las dimensiones de ese luto de la nación wayuu por un hombre muy
querido y amado, como Miguel Ángel Jusayú. Pero en la cultura indígena, como en
cualquier idiosincrasia o modo cultural dice Esteban Emilio Mosonyi un experto
indigenista, el dolor, la ausencia y la tristeza, son manifestaciones y
emociones muy sentidas en el comportamiento humano. Honor y gloria para Miguel
Ángel Jusayú en su largo viaje hacia Jepirra,
lugar donde moran los espíritus de los indios muertos y donde lo tendremos
eternamente a través de nuestros
sueños.