viernes, 25 de mayo de 2018

La muerte de un sabio wayuu: Miguel Ángel Jusayú




William Querales*


falleció el 8 de junio de 2009


Me dijo Ángela Castaño, mujer wayuu del clan Jusayú, que los pájaros en toda la Guajira se habían alborotado esa madrugada. Ya se sabía sobre la muerte de un patriarca de la etnia wayuu, Miguel Ángel Jusayú; un ser culturalmente muy cultivado y muy entusiasta. Dice el maestro Prieto Figueroa, que la alegría y el entusiasmo solo brota de las entrañas de los seres sabios que aprecian, aman y valoran  sus ancestros y sus culturas. Los wayuu viven para reunirse con los Seyú: espíritus creadores todopoderosos de esa cultura. Miguel Ángel Jusayú fue un cronista de lo cotidiano y un gran historiador de su sabia, experimentada y ancestral cultura wayuu.  Una vez en el barrio San José de Maracaibo, cerca de los postes negros, en una de esas visitas inesperadas de tiempos decembrinos, cuando los gallos hacen pausa y dejan cantar a los gaiteros zulianos,  el maestro Jusayú, me habló de su niñez y de su vida. Lo escuché con atención y mucho respeto. Cada palabra era un concepto y una definición sobre las perspectivas de la vida, los valores wayuu sobre el trabajo y el significado de la tierra como morada del encuentro.  Jusayú,  solía ser como los sabios semióticos del lenguaje. Un sabio de la semiótica del lenguaje es un ser que sabe interpretar los signos sociales del pasado: Por ejemplo, un profesor de la Universidad de Boloña, un  italiano, llamado Unberto Eco, autor de una extraordinaria novela sobre la religiosidad y la inquisición de la Edad Media, El Nombre de la Rosa y un sabio profesor vasco, llamado Fernando Sabater, profesor de la Universidad Complutense de Madrid y autor de los Diez Mandamientos; dos filósofos de hoy, muy actualizados en sus investigaciones sobre nuevos  conceptos y nuevas definiciones.  En el pasado reciente, fue el Rector de Salamanca, Don Miguel de Unamuno, figura en esa selecta lista, igualmente,  el francés del existencialismo, Jean Paúl Sartre. De ese gran material y de ese colosal tamaño está hecho el maestro Miguel Ángel Jusayú, para entender  las dimensiones de la grandeza de su conversación y de su profunda capacidad de diálogo.  Jusayú es un ser  monumental. Un colosal ejemplo. Ser amigo de Jusayú  o estar cerca de él,  seguro estoy, debió ser todo un privilegio. Uno de sus amores más intensos, fue el wayuunaiki, donde colocaba cada letra y cada pronunciación, simétricamente, ubicada, para nutrir y alimentar cada palabra del idioma y del diccionario de una cultura terrenal milenaria, muy subversiva por avanzar contra todo formalismo mestizo y pequeño burgués. Así es la cultura wayuu.  El maestro Jusayú,  nació en la alta Guajira donde el viento del mar y el sol intransigente estremecen al hombre y a la mujer wayuu y todo cuanto les rodea al ritmo de la yonna, danza expresiva wayuu, que hace brotar sus sentimientos. De esos mundos maravillados, salió Miguel Ángel Jusayú,  salió con el cantar y el himno de los pájaros, el sonido de los vientos y la formación de los cardonales. Los alíjunas o los blancos mestizos, lo conocieron, como un cultor providencial, discapacitado por la ceguera. Jusayú era un cultor del idioma wayúu, llamado el wayuunaiki. Miguel Ángel era un sabio lleno de paciencia. Como fue el sabio Confucio y el patriarca Job, hombre bíblico, el primero que desentraño las virtudes de la paciencia, como herramienta vital del saber. La nación wayuu guarda hoy luto. Yo no alcanzo a conocer, las dimensiones de ese luto de la nación wayuu por un hombre muy querido y amado, como Miguel Ángel Jusayú. Pero en la cultura indígena, como en cualquier idiosincrasia o modo cultural dice Esteban Emilio Mosonyi un experto indigenista, el dolor, la ausencia y la tristeza, son manifestaciones y emociones muy sentidas en el comportamiento humano. Honor y gloria para Miguel Ángel Jusayú en su largo viaje hacia Jepirra, lugar donde moran los espíritus de los indios muertos y donde lo tendremos eternamente a través de nuestros sueños.