viernes, 17 de marzo de 2023

Mi cuerpo es _muy mucho_*

Moira Ivana Millan
*Mi cuerpo es _muy mucho_*
Hace un tiempo atrás, un hombre con el que salía, más por soledad que por sentirme atraída, *en rudimentario español me dijo*, encubriendo su reproche con falso tono de broma, *mientras tocaba los rollos de mi cintura*, amplificada por tortas fritas y harinas: “Esto es muy mucho...” y rio. En ese momento, que el hombre eligió para decirme la desafortunada frase, *yo me encontraba en una asamblea virtual* con hermanas de muchas naciones indígenas, integrantes del Movimiento de Mujeres y Diversidades Indígenas por el Buen Vivir. *Estábamos acordando y redactando cada punto del pliego de demanda por la abolición del Chineo, una aberrante práctica de violencia sexual racista y patriarcal contra las niñeces Indígenas*. Habíamos tardado siglos en decir basta a tanto abuso, a tanta violencia sobre nuestras cuerpas. *Todas veníamos de ancestralidades violadas*. La mayoría de las que allí estábamos redactando el pliego de demandas para la Abolición del Chineo habíamos sido violadas y, ya madres, habíamos visto el dolor de nuestras hijas violadas. Tuvieron que pasar siglos para que finalmente internalizáramos que merecemos ser respetadas, amadas y honradas. No contesté inmediatamente su estúpido chiste machista, esperé hasta terminar la asamblea en la que me encontraba. Cuando ya despojada del bagaje de emociones que se había agolpado en mí, al debatir y reflexionar la *magnitud de la tarea llevada adelante por nosotras, para decir ¡basta!* No sólo al Chineo, sino a la cosificación, racialización y menosprecio a nuestras vidas, como mujeres y, sobre todo, como mujeres indígenas. 
Recién allí, con calma, me senté frente a ese hombre y *le dije: Tienes razón, este cuerpo es muy mucho*, ya que *me ha llevado a caminar el país de punta a punta*, a veces a dedo, otras caminando *bajo el calcinante calor, o padeciendo un frío tan intenso* que quemaba mis huesos, mojada en algunos senderos por lluvias torrenciales, *comiendo a veces otras con hambre*. En más de una ocasión me detuve en alguna ruta a hacer dedo y que nadie me levantará, recuerdo la desesperación al ver que la noche me cubriría, hallándome sola en un lugar desconocido. He llorado en tantas ocasiones, desamparada, preguntándome: *¿por qué en nombre del buen vivir yo me daba el peor vivir?* 
Es que *tenía un sueño*, y para caminarlo y lograrlo *solo contaba con mi cuerpo*, mi sueño era *unir a las mujeres y diversidades de las naciones indígenas*, organizarnos, caminar juntas amplificando nuestro horizonte, ir hacia el buen vivir como derecho. No tenía patrocinador, no me apoyaba ninguna institución, partido, iglesia u organización social, y no quería ponerle excusa a mi inacción. Tenía que salir a caminar, a construir, alguien lo tenía que hacer y *sentí el llamado a hacerlo*. Mi cuerpo todo lo soportó hasta que, en 2015, tras el éxito de la primera Marcha de Mujeres Indígenas por el Buen Vivir que sumó a unas 15.000 personas, *me detectaron un cáncer*. Fue un duro golpe, otra gran pelea que di casi en soledad, ya que no quise hacer pública mi situación, y otra vez a mi cuerpo, muy debilitado, le pedí *un esfuerzo más: ir a dedo cada tres meses hasta Ngulumapu, Chile, para curarme con una machi.*
Recuerdo lo difícil y triste que era para mí, estar en la ruta y tener que ir a evacuar en cualquier lugar porque no podía controlar mis intestinos, *el cáncer estaba ubicado en mi estómago, la incontinencia intestinal era inevitable*, aún hoy mientras les escribo a ustedes, vuelvo a llorar al recordar ese sufrimiento. *Las distintas personas que paraban para llevarme terminaban abandonándome en medio de la ruta*, ya sea porque estaban apuradas y no podían detenerse tan seguido como mis intestinos requerían o por miedo a que aquello fuera contagioso. Por fin una vez pedí ayuda y mis amados amigos Rody Grinmberg y Claudia Cichero vinieron exclusivamente desde Buenos Aires hasta Chubut para llevarme en su automóvil a ver a la machi. *Finalmente me curé y fue como regresar a la vida.*
Sí, *este cuerpo es muy mucho*, le dije a ese hombre, *y vos no lo mereces*. Las mujeres indígenas, portadoras de fuerza y belleza telúrica, seguimos recibiendo la mirada racializadora y despreciativa del patriarcado colonial. La belleza hegemónica y supremacista blanca sigue operando en todas las decisiones de la sociedad, las oportunidades laborales, educativas, incluso recreativas y hasta románticas, se reducen para nuestras jóvenes. Las mujeres como yo, que estamos en el umbral de la ancianidad, nada pedimos para nosotras, pues ya hemos vivido y nos ha tocado pelear sin tregua para sobrevivir. Sin embargo, *nos están naciendo nietas y queremos para ellas, elles y ellos un mundo mejor*, y esto solo se logrará si despojades de hipocresía asumimos que el racismo y el machismo son parte de un mismo cáncer: *la colonialidad que está encarnada en la transversalidad de todos los espacios sociales. Ojalá podamos ser capaces de examinarnos y desterrarlos* por siempre de nuestro hacer, hablar y vivir. 
Moira Millán desde la Puelwillimapu, ahora por Río Gallegos, Santa Cruz.

martes, 14 de febrero de 2023

LA MUJER Y EL MATRIMONIO CULTURAL INMATERIAL.

A lo largo de la historia las mujeres han sido las principales transmisoras del “patrimonio” cultural inmaterial de todo el mundo. Ellas han contribuido a garantizar y salvaguardar la riqueza y la diversidad cultural; y aportan al desarrollo social, económico, científico, cultural, espiritual de la humanidad. A pesar de todo el aporte que han hecho, se les han negado los espacios para visibilizar su labor como portadoras de los saberes culturales. Ellas siguen invisibles, pocas son de las que se habla en las historias de la cultura, del arte, la ciencia, la literatura. Parte de la negación al reconocimiento de los valiosos aportes de la mujer en los saberes culturales lo encontramos cuando se habla de “patrimonio” cultural inmaterial. La palabra patrimonio proviene del latín 'patrimonium' compuesta por dos lexemas, patri (padre) y monium (recibido), que significa “lo que recibimos de nuestros padres”. El concepto de patrimonio se remonta al derecho romano durante la República de Roma, época en la que los bienes de la familia se heredan de los padre (de pater, padre), transmitida de generación a generación a todos los miembros de una gens o familia. Mientras que en la etimológico de la palabra matrimonio se deriva de la expresión "matrimonĭum" que proviene de dos palabras del latín: la primera matren que significa (madre u oficio de la madre) y, la segunda, monium, que quiere decir (calidad de). La palabra matrimonio está referido a la madre, a la mujer como dadora de vida, creadora, formadora, garante de la transmisión de todos los saberes y conocimientos de los pueblos. Hablar de matrimonio cultural seria lo correcto debido a que la mujer mayormente es la encargada de garantizar todos los conocimientos, contribuye a la salvaguardia de la vida, y a la pluralidad cultural en la sociedad. La palabra “patrimonio” es parte del lenguaje del sistema patriarcal. El sistema del patriarcado ha ocultado por mucho tiempo el aporte de las mujeres en la historia. Las mujeres en Occidente perdieron la capacidad de heredar el apellido a sus hijos por la imposición del cristianismo. El primer apellido de un hijo es el del padre. El cristianismo heredó tanto de su religiosidad judío-cristiana el sistema patriarcal. Por lo que la influencia de la tradición judeo-cristiana en la civilización occidental ha tenido consecuencias negativas para la mujer. Lo que la sociedad contemporánea ha heredado del cristianismo no está referida solo a doctrina religiosa, sino también a una organización social basada en la sumisión de la mujer, acompañada por doctrinas adulteradas que justifican la sumisión. La lucha es contra el patriarcado capitalista neocolonial, racista, transnacional, que por mucho tiempo ha explotado y ha negado a la mujer. La mujer es portadora y salvaguarda en gran parte de los saberes culturales tangibles e intangibles; de las tradiciones y expresiones vivas que ha heredado a través de la oralidad, de generación en generación como un legado de sus antepasados. Las mujeres son las conocedoras y guardianas por excelencia de la madre naturaleza, de la tierra, las medicinas tradicionales; de una estructura física, una escultura, un sitio sagrado, una lengua indígena milenaria, de la memoria histórica de un pueblo, los rituales sagrados de una comunidad, el arte del tejido, los territorios ancestrales, sitios sagrados, entre otros, por lo que es muy importante que las mujeres en el mundo comiencen a socializar la propuesta de usar la palabra matrimonio cultural, como un reconocimiento a su labor como principales portadoras y guardianas de la memoria cultural del mundo. Foto: Artistas del PATU'UWASH (Chinchorro Hamaca Doble Faz, Revercible) Maria del Carmen Sijuana( Mi Madre), Anaisa Sijuana (Mi Tia), Isabel Sijuana (Mi Tia).

Crónicas minimalistas Wayuu: Los wayuu de la oralidad a la escritura.

Miguel Fuenmayor Crónicas minimalistas Wayuu: Los wayuu de la oralidad a la escritura. Tomamos un texto del escritor Pedro Lemebel, que calza perfectamente con la atmosfera de esta crónica. Escribe, el chileno: “Quizás el mecanismo de la escritura es irreversible y la memoria alfabetizada es el triunfo de la cultura escrita representada por Pizarro, sobre la cultura oral de Atahualpa. Pero eso nos demuestra que leer y escribir son instrumentos de poder más que de conocimiento. Es posible que la cicatriz de la letra impresa en la memoria pueda abrirse en una boca escrita para revertir la mordaza impuesta”. Así lo demuestra el empeño de los escritores wayuu: Ramón Paz Ipuana, Miguel Ángel Jusayu y los escritores y poetas indígenas de esta generación impresa y digital del siglo XXI. Jusayu: Hizo universal el relato, “No era vaca ni caballo”, marcando para siempre en el espacio letrado una muestra del pensamiento y relato oral del pueblo wayuu. Ramón Paz Ipuana, por su parte, escribió y recopiló en las ardientes sábanas de la guajira los relatos que le traía el viento del pensamiento wayuu y los capturó para siempre en el pergamino de la letra impresa(El conejo y el mapurite es una muestra de ello). Hoy se hace necesario utilizar el poder del mundo digital en todos sus formatos para difundir el empeño de estos pioneros de la literatura indígena. Los mencionados textos muestran como “la oralidad hace uso de la escritura doblando su dominio y apropiándose al mismo tiempo de ella”, como lo diría el proscrito autor de “Adiós Mariquita Linda”. Tocando levemente, mi ámbito familiar con respecto al tema, les cuento que“Mi madre nunca quiso aprender a leer y escribir, pensaba que ello no era necesario para su vida y tenía mucha razón en su aserto”. Mi padre sí sabía leer y escribir. Y, por sus habilidades, destrezas y conocimientos ha podido recibir varios doctorados Honoris Causa. Cabe destacar que mis padres impulsaron a todos sus hijos a formarse académicamente. Hoy, la cultura wayuu continua su afanoso trajinar entre la oralidad y la escritura. Estas minicrónicas intentan capturar el vuelo sonoro del relato oral y memoria de nuestra gente.