domingo, 19 de marzo de 2017

Importancia de la tierra y el agua en la cosmovisión Wayuu



fotografia de Fernando Bracho 



Cada pueblo del mundo tiene el derecho legítimo de conservar su cultura y su identidad cultural, representado en su memoria, en su capacidad de reconocer el pasado, en sus elementos simbólicos o los referentes que le son propios, puesto que hacen parte de su historia y le ayudan a proyectar el futuro y orientar el propio destino.
La cultura wayuu es un legado cultural milenario de gran importancia tanto para sus miembros como para la humanidad entera. Así lo reconoce la Unesco a través de la inclusión del Sistema Normativo Wayuu en la "Lista Representativa de Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad", el cual fue postulado por la Junta Mayor Autónoma de Palabreros a través del Ministerio de Cultura de Colombia.
Ante las demás culturas del mundo, los wayuu tenemos el deber moral de conservar nuestra cultura para las futuras generaciones. De ahí que conservar la lengua materna, la espiritualidad, la organización social, el territorio y la economía tradicional, como fundamento de nuestra cosmovisión, no debe transformarse en un problema ante los ojos y el entendimiento de la sociedad mayoritaria occidental.
Conservar nuestra identidad cultural nos permite seguir siendo wayuu en la construcción y orientación de nuestro propio destino, que es un derecho propio, legítimo y soberano, cuya protección se encuentra cobijada por legislaciones internacionales y las Constituciones Nacionales de Colombia y Venezuela, países que hoy comparten nuestro territorio e implementan políticas públicas y administrativas en beneficio de nuestra población. En la tierra de nuestros ancestros seguimos ejerciendo nuestra Jurisdicción Especial a partir de la vigencia de nuestras tradiciones e instituciones culturales y sociales.
La identidad cultural wayuu está unida a la tierra (MMA) y a la historia de vida ancestral compartida (Wakuai'pa Sumaiwajee), que nos integra espiritualmente a partir del origen común y la visión propia de territorialidad (Woummain). Biológicamente somos wayuu por tener un linaje de origen claníl, ya sea por línea materna o paterna. Todos heredamos en forma directa el linaje de nuestra madre y en cierto grado el linaje de nuestro padre.
Espiritualmente somos wayuu por el respeto y el culto especial que ofrecemos a la naturaleza, desde lo cual estrechamos nuestra relación con la Tierra y el Agua, como fuentes de la vida primigenia. El propio mito de la creación wayuu, representado en la conjunción de vida entre MMA (la Tierra Madre) y el Gran Padre JUYAA (Espíritu del agua lluvia), explica la importancia de la madre y el padre en la concepción de la vida wayuu, a partir de lo cual afianzamos el parentesco familiar entre los familiares inmediatos por concarnidad (Ei'rukuu) y los parientes por consanguinidad (Ou'payuu).
Los wayuu sabemos que nuestra vida se origina en el vientre de la madre y se cría encarnada en el linaje de abuelas, abuelos, tías y tíos por línea materna. Sabemos que todos provenimos del vientre de una mujer. En la propia sabiduría wayuu se interpretan los datos biológicos a partir de la formación de los hijos en la esencia biológica de la madre y la sangre del padre, es decir, la reproducción biológica se interpreta en la misma forma que el proceso mítico de los orígenes; en que MMA aporta la matriz del linaje y JUYAA aporta la esencia vital del agua.
La Madre Tierra
Los wayuu sabemos que la generosidad de la tierra y el entorno natural permitieron la vida de nuestros antepasados. Sabemos que nuestros ancestros sobrevivieron a partir de la recolección de frutos silvestres y las actividades de cacería y pesca, así como de la cría de animales y la agricultura estacional. Sabemos que todo nuestro alimento y nuestra medicina tradicional provienen de la naturaleza, al igual que todos aquellos elementos que hemos creado y recreado en la tradición cultural.
La sabiduría wayuu nos enseña que la vida es sagrada en todas sus formas y manifestación, es decir, la vida es sagrada en la forma humana (Wayuu), en la forma de las plantas (Wunu'u), en la forma de los animales (Mürülü), en la forma de las aves (Wuchii), así como en las formas de los ojos de agua, los arroyos, los ríos, los mares, los caminos, las piedras, los cerros y las serranías. También es sagrada en la forma del sueño (Lapükalü) y en la forma de la palabra (Pütchikalü). Sabemos que cada elemento de la naturaleza tiene vida propia y se conecta espiritualmente con nuestras vidas a través de la forma del Aseyuu, que es una esencia de carácter espiritual y protectora.
Los wayuu sabemos que cada elemento de la naturaleza posee su propio Aseyuu, sabemos que la esencia de las plantas medicinales sanan nuestras enfermedades, sabemos que las esencias de las raíces y frutas alimenticias nutren nuestro cuerpo, sabemos que todos los materiales utilizados en nuestras viviendas e indumentarias tradicionales son extraídos de la naturaleza, sabemos que los diseños creativos de nuestras expresiones artísticas tienen su origen en nuestra inspiración con la naturaleza.
También sabemos que los preceptos de nuestros derechos y deberes provienen de nuestra relación armónica con el entorno natural (Wayuu-Naturaleza), los cuales se regulan y/o guían a través del sistema normativo propio, en cuya lógica se prioriza el diálogo, el respeto y el acuerdo mutuo que garantiza la vida y la convivencia pacífica. Sabemos que a partir de la aplicación social de nuestra normatividad se garantizan los principios de armonía y reciprocidad. Por lo tanto sabemos que somos wayuu debido a que venimos de un profundo pasado distinto al mundo occidental, desde el cual seguimos espiritualmente unidos a nuestra Madre Tierra, así como naturalmente lo hacemos con nuestra madre biológica.
La Diferencia Irreductible
Es claro que la visión del mundo wayuu es distinta a la visión del mundo occidental. A partir de nuestra cosmovisión garantizamos el equilibrio y la relación de armonía y correspondencia con la Madre Naturaleza, lo cual difiere totalmente de la visión del mundo occidental que considera a la naturaleza como enemiga, desde lo cual se justifica la acción del espíritu voraz y destructor que caracteriza a los alijunayuu (personas no aborígenes), quienes impulsan la explotación irracional de los recursos naturales y ocasionan la destrucción irreparable de la Madre Tierra. De aquí surge la necesidad urgente de afianzar nuestra cosmovisión para salvar la vida en la tierra donde todos habitamos, en cuya obligación moral se debe asumir el reto de construir el diálogo y el respeto mutuo en procura de un desarrollo humano y sostenible entre lo wayuu y lo occidental.
Por Guillermo Ojeda Jayariyu Pintor e investigador de la cultura wayuu
Publicado en Diario del Norte|Domingo 15 de Mayo de 2016