viernes, 27 de septiembre de 2019

Arte,pintura, dibujo de Edgar Queipo



La pasión por la creación es un motor es una energía que mana para el arte y la cultura en cuanto existe la motivación y esta obra hecha con mucha dedicación y elementos como los atlantes que tienen sus curiosidades en el personaje que así lo vi yo de niño, cuando se cruzaba la puerta de bronce del centenario Banco de Maracaibo allí parado a un lado de la Joyería Cupelo, vendía los cuadros del 5 y 6 en un sobre sellado es un homenaje a el escritor Miguel Ángel Jusayú, que escribió el diccionario bilingue Wuayu- español, entre otros Ni era Vaca ni era Caballo.
Bueno lo demás se .le va sacando a la memoria.
" Miguel Ángel Jusayú en la plaza Baralt"
Óleo s/ Tela. Medidas: 59 x 79 cm. Año: 2018.
Arte,pintura, dibujo de Edgar Queipo Que extraordinario vasos comunicantes tiene el arte, es grato saber el trabajo y la obra de nuestros personajes y tú en accion del teatro donde todo movimiento,palabra, sonido, forma y color. Tengo varias anecdotas con Jusayu, me contó mi amigo Periodista que en paz Cheo González, que él fue al Malecón estamos hablando como a en los años 60 que era hermoso ver esa piragua s cargas de plátano , que miguel Ángel que tenía su máquina Brayle de escribir le hacía las cartas ya sean de amor o despedidas o cualquier requerimiento de los paisanos Wuayu que viajaban en Piragua a trabajar en las haciendas del sur del Lago, lo cierto es que Cheo le mando hacer una. carta de amor. Saludos.

martes, 6 de agosto de 2019

Miguel Ángel Jusayú: Constructor de la lengua literaria wayuu












Las desiertas tierras de la Alta Guajira de 1933, cuando la influencia del alijuna (no indígena) aún no se había extendido y tomado espacio entre los aborígenes, vieron nacer a Miguel Ángel Jusayú, considerado como el padre del wayunaiki, idioma de la etnia indígena wayuu.
Aunque para esos tiempos no se conocía el calendario, ni el registro civil en los poblados de la Guajira, su cédula de identidad dice que nació el 20 de agosto de 1933, hace 82 años.
Fue en la Ranchería de Yalü’yalü, cerca del mar y al noreste de Nazareth, en la Alta Guajira, donde vio la luz que le permitió por 12 años grabar en su memoria imágenes de su Guajira ancestral, del colorido de las mantas que usan las mujeres, de las características de los animales que pastoreaba, de los jagueyes llenos del agua gracias a Juyá (padre lluvia), quien le da vida a Mma (madre tierra).
Una enfermedad ocular mal curada no le dejó seguir viendo la luz, pero la tradición oral de los indígenas, las ganas de no quedarse en la oscuridad y esa capacidad de ver hacia adentro, fueron herramientas para que Jusayú se convirtiera en uno de los intelectuales indígenas más importantes de América Latina.
Salió de sus suelos guajiros para llegar a Maracaibo donde se dedicó a vender lotería en medio del deseo de dominar el alijunaiki (como él le decía al idioma no indígena), pero sin dejar su lengua materna.
A los 17 años se va a Caracas. Allí logra aprender a leer y escribir castellano en el sistema braille y también cursó hasta el cuarto grado de primaria en el Instituto Venezolano para Ciegos.
Jusayú volvió a la Guajira y a los 23 años se dedica a alfabetizar a niños de la comunidad Wüléuka, al norte de Nazareth y trabajó como maestro en Keeyo’u, en Cojoro y en una capilla en el poblado de Wuluipana, para regresar de nuevo a Maracaibo, donde se activó en la recién fundada Asociación Zuliana de Ciegos.
Culminó su primaria en la Escuela Marcial Hernández para después retomar la calle, pero esta vez con una máquina de escribir, donde rasgueaba telegramas requeridos por personas que transitaban por la Plaza Baralt de la capital zuliana.
Su obra
Tenía 40 años cuando conoció al padre jesuita Jesús Olza Zubiri, profesor de la Universidad Católica Andrés Bello, quien le apoyó en su primera obra Morfología de la lengua Guajira, donde escribió y sistematizó la gramática del wayunaiki y recopiló gran parte de su léxico contemporáneo, donde buscaba reflejar la episteme guajira.
Jusayú, quien en una ocasión refirió que al leer trabajos lingüísticos y literarios de autores alijunas sobre el wayuunaiki encontró tantas exageraciones, que se vio obligado a emprender investigaciones, escribió cuentos en los que recopiló costumbres, creencias, formas de trabajo e infinidad de temas propios de la cultura wayuu, a través de los cuales transmitió la cosmogonía de la etnia aborigen.
Fue profesor de la cátedra Lenguas Indígenas de la Escuela de Letras de la Universidad del Zulia (LUZ) y entre sus obras destacan el Diccionario Sistemático de la Lengua Guajira: guajiro-castellano, Morfología de la Lengua Guajira, Relatos Guajiros I, Relatos Guajiros II, Autobiografía, Gramática de la Lengua Guajira, Método para enseñar a escribir y leer el wayuunaiki, Ni era vaca , ni era caballo. En 2005 fue publicada su última obra Kane” wa o El árbol que daba sed, de la colección Warairarepano de la Editorial Monte Ávila.
La obra Ni era vaca ni era Caballo, fue editada en castellano, sueco, danés y noruego, narra la historia del niño dedicado al pastoreo en los campos desérticos de La Guajira, que se atormenta cuando por primera vez entra el vehículo a la tierra wayuu y creía ver al Yolujá (fantasma) del que tanto le hablaron sus padres.
“Muchos de los mejores trabajos sobre la lengua y cultura guajira no se hubieran podido dar sin la sólida plataforma constituida por la obra de Jusayú”, consideró el padre Olza en La casa cerrada de Aku’woluu, publicada por la Editorial Kurivinda en 2005.
Este insigne indígena wayuu fue Premio Regional de Literatura en 1997 y en 1998; Premio Nacional de Literatura otorgado por el Ministerio del Poder Popular para la Cultura, Doctor Honoris Causa de LUZ y de la Universidad Experimental Rafael María Baralt.
El maestro Miguel Ángel Jusayú partió a Jepirra (lugar de encuentro de los muertos), la madrugada del lunes 8 de junio de 2009, dejando un legado en la defensa de su idioma ancestral, a través de páginas que registran las costumbres ancestrales de sus hermanos de las desérticas tierras de la Guajira.
Colocada desde: http://www.avn.info.ve

viernes, 5 de julio de 2019

MUJERES INDÍGENAS de la gran nación WAIÚ. COSMOGONÍA Y ESPIRITUALIDAD




Oshokonojushi- ashajawa-- ayakua jüshi wünülia jüma jüna' sawainrrüttaya- jüpa o'upüna.
circulares-trazos-imágenes visuales en el rostro,
FLORA,FAUNA Y COSMOGONÍA... MUJERES INDÍGENAS de la gran nación  WAIÚ

fotografía, maquillaje y diseño (Gloria Jusayu)










domingo, 23 de junio de 2019

Mujeres al micrófono en Energía Femenina con la tierra y los territorios fuente de la IDENTIDAD ORIGINARIA. MUJERES INDÍGENAS EN LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN.




Mujeres al micrófono en Energía Femenina con la tierra y los territorios fuente de la IDENTIDAD ORIGINARIA.
MUJERES INDÍGENAS EN LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN.
Tratábamos de recordar este comentario de Eduardo Galeano, cada vez que las discusiones se ponían “apasionadas” como dijo nuestra compañera Jeannette. Porque somos mujeres valientes, firmes y conocedoras de nuestro entorno de resistencia en que el sistema nos ha colocado; nos apasionamos y por ello defendemos con toda la fuerza, nuestra ideología. Aún sabedoras de ello, siempre estamos dispuestas a construir, esa otra comunicación incluyente y diversa.
Santiago de Chile fue sede del primer ENCUENTRO INTERNACIONAL DE COMUNICADORAS INDIGENAS que se realizó del 26 al 30 de octubre de 2009. El objetivo fue para Reflexionar la auto-percepción del rol que desempeñan las comunicadoras indígenas de Latinoamérica.
Durante los cinco días, las compañeras participantes de diferentes países, compartimos experiencias de comunicación comunitaria, desde nuestra mirada, desde nuestro quehacer y de nuestra participación como mujeres indígenas, que desde nuestra diversidad de contextos y modos de vida, revisamos y analizamos experiencias relevantes sobre el ejercicio del derecho a la comunicación, como la lucha que están dando las y los compañeros de Argentina, y cómo con ello han logrado la inclusión de los Pueblos Indígenas en la ley de comunicación en Argentina.
Este intercambio nos permitió reconocernos, admirarnos y trabajar las ideas hacia la construcción de un plan estratégico de comunicación que priorice visibilizar el trabajo de las comunicadoras indígenas para el desarrollo pleno de nuestros pueblos, que aspira a la construcción de esa sociedad diferente, de ese mundo justo para todas y todos.
De esta manera nos encargamos tareas, responsabilidades, entablamos compromisos, construimos sueños y generamos acciones desde una perspectiva diferente, desde la mirada de las mujeres, desde las indígenas, desde su rol de comunicadoras, desde el enfoque de género.
construir una mirada diferente hacia las mujeres, hacia las indígenas, hacia nuestra cultura y pueblos originarios. Cambiar la mirada no sólo significa un deseo, nos exige acción en consecuencia, por ello, las mujeres videastas, radialistas, periodistas y comunicadoras de diversos espacios, indígenas y mestizas, queremos comunicar desde nuestra mirada, desde nuestro rol de comunicadoras, y pedimos el espacio para hacerlo, se lo pedimos a nuestros colectivos, a nuestros compañeros y compañeras de trabajo, a los otros comunicadores y a la sociedad en su conjunto.
Ya no queremos aparecer en prensa sólo porque vestimos diferente, o porque somos el reflejo de la pobreza económica, ya no más para ser vistas como la dama de algún reconocido político o líder, ya no más para ser miradas como el complemento o adorno, queremos ser vistas como sujetas pensantes, como actoras, como emprendedoras, creativas, realizadoras de sueños, constructora de realidades, queremos que aparezcan con nombre y apellidos nuestras líderes, ya no más sobrenombres para ser tomadas en cuenta.
a la Coordinadora Latinoamericana de Cine y Comunicación de los Pueblos Indígenas, CLACPI, al Grupo de Comunicación Mapuche LULUL MAWIDHA, que nos permitió discutir sobre nuestro ser mujer desde la realidad indígena, desde ser mujer indígena en espacios mestizos, desde los conceptos originarios y occidentales. Nos permitió el espacio para reconocer que estamos empezando y que el desafío es grande, pero para la transformación sabemos que tenemos que empezar por nosotras mismas, empezar a reconocer nuestras realidades regionales como movimiento indígena y el desafío que nos representa en el marco social y político.
Este espacio, encuentro, diálogo, como hemos dicho, nos permitió mirar el rol de las organizaciones en la que cada una nos encontramos, preguntarnos y reflexionar sobre nuestro rol como comunicadoras dentro de ella, de nuestro rol de ser mujer en la comunidad y en esta sociedades y nos deja de tarea construir una estrategia de trabajo comunicacional a nivel latinoamericano, que sabemos que va a costar, porque como dijo Eduardo Galeano, ni recetas ni modelos, venimos a soñar juntos (juntas) otro mundo posible, desde el Anáhuac, hasta la Patagonia








jueves, 23 de mayo de 2019

Miguel Ángel Jusayú en la narrativa étnica venezolana











Texto extraído del libro SUEÑOS ORIGINARIOS de ALBERTO RODRIGUEZ CARUCCI


Miguel Ángel Jusayú       en la narrativa étnica venezolana



realizada bajo la responsabilidad de José María Rojas, quien en el prólogo  revelaba  los criterios para la estructuración del volumen,  orientados a resaltar la escritura criolla  en castellano, cuyas definiciones debían ser republicanas, representativas de la cultura ilustrada e integrar  un conjunto más o menos  homogéneo de textos que pudiese funcionar como  canal  e  instrumento de  difusión  de  la comunidad imaginada  por  la élite  liberal  dirigente,  autorrepresentada como heredera de los fundadores  de la República, en un contexto cultural  donde se había entronizado el positivismo. Bajo esa óptica, los indígenas serían la encarnación de la barbarie frente a la civilización, serían los rostros de la tradición frente al empuje de una modernidad decididamente europeizante, serían la presencia tosca de la incultura ágrafa del campo ante la cultura letrada de la ciudad y, en última instancia, serían practicantes de una relegada oralidad. En consecuencia, la producción discursiva aborigen no sería más que un débil y desvaído antecedente mítico que –según las valoraciones de la época– se perdía “en la noche de los tiempos”. Desde esa visión pasadista, toda manifestación del imaginario indígena quedaría confinada o condenada en los límites del período prehispánico sin proyecciones ni resonancias posibles en las etapas posteriores. Bajo esa concepción atávica, la élite ilustrada recogería, sin embargo, objetos, documentos, mitos, tradiciones, leyendas, conjuros y cantares destinados a la formación de la memoria arqueológica de los primeros museos y archivos, entre los cuales la percepción de los indígenas no pasaría
de ser mera representación temática o figurativa1, no presencia de un sujeto de cultura, pues su condición de ágrafo lo separaba de las virtudes intelectuales de la escritura y, por ende, de la literatura. Desde los  tiempos  de  la conquista y la colonización, 125 distintos cronistas habían recogido –entre los siglos xVI y xVIII– cantares  y relatos valorados en razón de la fineza de sus despliegues expresivos, o por sus alardes imaginativos,      pero  los estudios  pioneros  de las lenguas  y manifestaciones  documentales indígenas  no comenzarían en  nuestro país  sino a finales del  siglo xIx, con  la publicación del ensayo “Literatura de lenguas indígenas  de Venezuela” (1878)del historiador y escritor Arístides  Rojas2   quien,  al hacer balance  sobre  los materiales existentes, llamó la atención       sobre  las posibilidades  y las limitaciones del asunto. Desde entonces se han producido artículos, ensayos  y libros que        han dado aportes parciales  al respecto, generalmente informativos,  sobre  la producción discursiva  aborigen,  que por  cierto no  ha  cesado   como  quería  la visión  pasadis-   
1 Véase el balance que hacen algunos autores al respecto: Arturo Uslar Pietri. “El indio en la literatura  venezolana”. En: Boletín Indigenista Venezolano 1 (2): pp. 195-206, Caracas,  abril-junio
1953; Germán Yépez Boscán. La novela indianista en Venezuela. LUZ, Caracas,   1965;  Maurice   Belrose.   “Presencia  aborigen en  la novela venezolana:  del indianismo  al indigenismo”. En: Memorias XXIV Simposio de Docentes e Investigadores de la Literatura Venezolana. LUZ, Maracaibo, 1999. pp. 589-603.
2     Arístides Rojas. “Literatura de lenguas indígenas de Venezuela”.
Estudios indígenas. 2ª ed., Edit. Cecilio Acosta, Caracas,  1941.
pp. 156-192.  Véase  también:  Efraín Subero.  “Consideraciones
acerca de una literatura  aborigen  y negra  en Venezuela”. En: Pablo Ojer y Efraín Subero. El primer poema de tema venezolano. UCAB, Col. Cuadernos de Prosa, 10, Caracas, 1973. pp. 319-331.
ta,  llegando  hasta  nuestro tiempo,  no solo  a través  de la oralidad, sino también  en los textos impresos  de algunos escritores indígenas  quienes,  aún con  sus obras  editadas, siguen siendo  excluidos  del canon literario  nacional,  aun- que ya han hecho  visible un corpus literario  discreto que empieza  a revelar su riqueza comunicativa y sus compleji- dades expresivas,  al mismo tiempo  que señalan  la arbitra- riedad de su exclusión, para lo cual viene contando con el apoyo colateral de estudios  literarios, antropológicos y de investigaciones etnolingüísticas .3

2. Una de las etnias más destacadas en la producción actual de  oralidad  y escritura es  la etnia  wayuu, cuyos principales compiladores, escritores y estudiosos han sido en su mayoría integrantes de esa misma colectividad.
Los wayuu, también llamados guajiros en  Venezuela y Colombia, comparten en ambos territorios de la pe- nínsula de La Guajira sus tradiciones, creencias, hábitos  y costumbres, desarrollando su lengua y sus cualidades  cul- turales como una sola nación. Entre ellos se han destacado
3 Esteban  Emilio Mosonyi.  “El  lugar  de  las  lenguas  y litera- turas  indígenas  en  el contexto de la literatura  venezolana”. En: Ponencias.  II Simposio de  Docentes e Investigadores  de la Literatura  Venezolana. LUZ, Maracaibo,  1977: pp. 228-244; Alberto Rodríguez  Carucci.  “Historia literaria  y literaturas indígenas  en  Venezuela”.  Literaturas prehispánicas e histo- ria  literaria en  Hispanoamérica.  ULA-CDCHT-IIL,  Mérida,
1988. pp. 18-25; Alberto Áñez Medina. “Mitología, religión  y oralidad indígenas”. En: Memoria y  cuenta.   XX   Simposio de Docentes e Investigadores de la Literatura Venezolana. UNET, San Cristóbal, 1995. pp. 139-150.
autores, como Miguel Ángel López  Hernández  Epinayuu, colombiano, ganador  del Premio  de Poesía  de la Casa de las Américas  2000 con  su libro  Encuentro en  los  senderos de Abya  Yala;  los poetas  José  Ángel Fernández Uliana, Atala Uriana; los narradores Antonio López Epieyú, Ramiro           
Larreal y Nemesio Montiel Fernández Ja’ yaliyuu, los compiladores y autores de relatos Ramón Paz Ipuana y Miguel Ángel Jusayú. En los textos de estos escritores, todos de origen wayuu, están presentes los rasgos específicos de su imaginario fundamental, aunque en sus escrituras se adviertan  elementos que dejan ver los efectos del proceso de transculturación del cual, de una u otra  manera,  participan.  Como ha escrito el investigador   Esteban Emilio Mosonyi:                                                                               

El contacto cultural modifica la literatura indígena en su temática, sus módulos expresivos, sus características lingüísticas y formales y hasta en el uso cada vez más abundante de la letra escrita e impresa. Junto a los mitos, cuentos, leyendas, poesías, adivinanzas e invocaciones más o menos tradicionales aparecen formas decididamente influidas por los géneros literarios occidentales.4

Consideraciones como esas convocan la necesaria articulación de la literatura producida por los escritores wayuu en el conjunto cada vez más claramente multiétnico, pluricultural, multilingüe y heterogéneo de la literatura   venezolana.   Este   mismo requerimiento ha sido hecho también por algunos intelectuales de la propia etnia


4     Esteban Emilio Mosonyi. Op cit., p. 244.
wayuu5  durante  la década  de 1970, cuando  comenzaron a participar –con  gran  aliento  crítico– en  los  debates na- cionales sobre  cultura  y literatura promovidos  por varias universidades,  dentro  del impulso que habían cobrado por aquellos  años  los movimientos indígenas  en los procesos de descolonización a escala  internacional.6
Desde  aquellas  primeras  iniciativas  comenzó a  producirse también una  reflexión teórico-metodológica que aportó  en el mismo período,  y sobre  todo en la década  si- guiente, algunos elementos fundamentales para el estudio específico de las  literaturas indígenas e influyó en la pre- paración  de antologías  traducidas al castellano, ediciones bilingües,  estudios  lingüísticos e investigaciones analíti- co-críticas sobre  la oralidad7  y, en particular, sobre  la entonces incipiente literatura wayuu impresa.
5     Cf.  Ramón  Paz  Ipuana.  Mitos,  leyendas  y  cantos  guajiros.
Instituto  Agrario Nacional, Caracas,  1972. También  su ensayo “La narrativa guajira dentro  del contexto de la literatura venezolana”. En: II Simposio de Docentes e Investigadores de la  Literatura Venezolana. LUZ, Maracaibo,  1977. pp. 218-227; Arcadio Montiel. “Universalidad literaria”. En: III Simposio de Docentes e Investigadores de la Literatura Venezolana. Tomo II. ULA-IIL, Mérida, 1978. pp. 498-505.
6 En  1971,  por  ejemplo,   se  había  realizado  en  Bridgetown, Barbados,  un importante  congreso indígena sobre  la situa- ción de los grupos de la región amazónica. En 1978 se reunió de nuevo. En este  evento hubo participación wayuu. Véase el volumen colectivo  Indianidad y descolonización en  América Latina.  Documentos  de  la   Segunda Reunión  de  Barbados. Nueva Imagen, México, 1979.
7 Ramón Paz Ipuana. “La literatura wayuu en el contexto de su cultura”. En: Revista de Literatura Hispanoamericana (28-29): pp. 69-80. Maracaibo, enero-diciembre, 1987; José Enrique Finol. Mito y cultura guajira. EDI-LUZ, Maracaibo, 1984.
Los estudios críticos sobre la oralidad wayuu habían comenzado a finales de la década de 1960, con las contribuciones del antropólogo francés Michel Perrin, cuya perspectiva de trabajo se inscribía entonces en la concepción estructuralista 8 y de cuyo esfuerzo hemos recibido valiosos estudios  como  El camino de los indios muertos (1976),                                                                                                 
Sükuaitpa wayuu. La Guajira: la palabra y el vivir (1979) y Los practicantes del sueño.  El chamanismo wayuu (1992).                                                                                                 
En los años ochenta se consolidaron, entre los propios wayuu, dos estudiosos como Ramón Paz Ipuana (1937-
1992), traductor, compilador e investigador de la oralidad, y Miguel Ángel Jusayú (1933), lingüista, compilador, traductor y narrador, quien es en la actualidad la referencia venezolana más  significativa de  la  intelectualidad y de  la narrativa étnicas.
3. Invidente desde su temprana adolescencia, Jusayú fue pastor de ovejas en Mokurra, en plena Guajira. Estudió y se graduó en el Instituto Venezolano de Ciegos de Caracas.  A su regreso fue maestro en La Guajira y posteriormente desempleado y vendedor de lotería en Maracaibo.   Comenzó su ejercicio continuo como investigador de su lengua, el waiunaiki, en 1971, con el apoyo del Centro de Lenguas Indígenas de la Universidad Católica Andrés

8 Véase al respecto la “Entrevista a Michel Perrin: siete pregun- tas sobre oralidad guajira”. En: Voz y Escritura (1): pp. 101-105, Mérida, 1984; Michel Perrin. Sükuaitpa wayuu. La Guajira: la palabra y el vivir. Fundación La Salle, Caracas, 1979. También sus libros: El camino de los indios muertos. Monte Ávila, Caracas, 1980 y Los practicantes del sueño.  El chamanismo wayuu. Monte Ávila, Caracas, 1997.
Bello.  En esa labor ha recibido altos reconocimientos de instituciones universitarias y de lingüistas sólidamente establecidos como Jesús Olza, José Álvarez y Francisco Javier Pérez, quienes  lo consideran como  máxima autoridad  en el conocimiento gramatical, fonético y lexicográfico del waiunaiki. Desde el exterior, el académico español Antonio Tovar Llorente ha escrito que “la labor del señor Jusayú en sus diccionarios y estudios gramaticales es in- comparable, y se puede decir que en toda América no hay un escritor como él en su lengua indígena, ni estudioso en el mismo grado de la misma”9. Esto podría ser exagerado si se considera otros casos similares o parecidos en el continente, pero si se observa únicamente el horizonte venezolano, la valoración del lingüista español puede ser asumida como cierta.
Como narrador, Jusayú ha publicado hasta ahora siete libros de relatos, la mayor parte de ellos bilingües: Jükûjalairrua Wayú. Relatos guajiros I y II (1975/1979), Ni era vaca ni era caballo (1984 y 2003), Achi’kí. Relatos guaji- ros (1986), Takü’jala. Lo que he contado (1989), Wané takü- jalayaasa. Otros cuentos míos (1992) y Anü  Taküjaláirrua. Aquí están mis relatos (1995), además de su Autobiografía (1993). Algunos de sus textos han sido traducidos al francés, danés, noruego y sueco.
El escritor José Balza, quien le ha seguido los pasos desde sus inicios como narrador, ha descrito los modos de escritura de Jusayú que –toda vez que este es invidente–
son de raíces orales:
9. Citado por Ángel Lombardi en su artículo “Miguel Ángel Jusayú”. En: La catedral de papel. 2ª ed. LUZ, Maracaibo, 1997. pp. 249-250.
Comienza por grabar el relato, tal como lo ilumina una selección de visiones que se detuvo a los trece años: el relato brota en dispersiones profundas de un idioma nativo; luego –mecanógrafo acucioso– enlaza correlaciones narrativas y lo escribe. (...) Por último, él mismo lo traduce al español. ¿Quién puede dudar de la demoníaca exploración que Jusayú establece en los límites del lenguaje?
 10 Mediante estos procedimientos, y a través de sus libros bilingües, el escritor ha iniciado la construcción de una genuina literatura wayuu que, tomando sus recursos germinales de la tradición oral, con todos los elementos naturales y culturales que la informan, pasa al código grafemático mediante un proceso de depuración que  la  fija dándole permanencia, pero manteniendo los rasgos  iden- titarios  fundamentales. Luego acerca su literatura al lector alijuna (no indígena) –ahora en castellano–, a fin de dar a conocer y a respetar las artes verbales y el imaginario de su etnia.
Estas operaciones han tenido un efecto teórico entre algunos estudiosos de la literatura wayuu, quienes, a par- tir de los textos de Miguel Ángel Jusayú, han comenzado a distinguir más bien como literatura guajira aquellos textos que –aún escritos por aborígenes– han sido producidos
10.  José Balza. “Jusayú, el invidente”. Presentación al libro de Jusayú, Jukujaláirrua wayú. Relatos guajiros. UCAB-Instituto de Investigaciones Históricas-Centro de Lenguas Indígenas, Caracas, 1975. p. 8.
directamente en castellano 11 como, por ejemplo, los publicados por Ramón Paz Ipuana.
Jusayú, con plena conciencia práctica de esas diferen- cias, ha escrito sus relatos dirigiéndolos con propósitos distintos al lector ali’juna y al lector wayuu. Al primero, el lector criollo, le ofrece sus relatos traducidos para el “deleite” y el conocimiento de la “esencia autóctona” de su etnia aborigen, aclarándole de paso que “para el nativo, un cuento no es algo puramente fantástico, sino la referencia de algún suceso ocurrido en tiempos pasados, e incluso en época reciente”12. Por otra parte, al lector wayuu le entrega sus textos en waiunaiki con la justificación de que los ha escrito adaptando la grafía “de los hermanos ali’ju- na”, pero con el esmero de que las narraciones no sufran “ninguna disminución ni falsificación”, y con el propósito de que  puedan conservarse a través del  tiempo. Y –por si esto no fuese suficiente– remarca para el receptor wayuu lo siguiente:

Estos cuentos son auténticos. Te los presento tal como los escuché de boca de mis anteriores narradores.  Sean o no producto de la fantasía, están confeccionados por




11      Véase José Álvarez: “Lenguas y literaturas indígenas zulianas.
La otra versión”. En: Revista Bigott (40): 15-27, Caracas, oct.- dic., 1996. También, del mismo autor, “Definiendo y compren- diendo la literatura wayuu” (manuscrito),  y “Miguel Ángel, el lluvia”, presentación al libro de Jusayú, Taku’jala. Lo que he contado. UCAB-Centro de Lenguas Indígenas, Caracas, 1989. pp. 7-10.
12   Miguel Ángel Jusayú. Achi’ki.  Relatos guajiros. UCAB-Centro de Investigaciones Históricas-Centro de Lenguas Indígenas, Caracas, 1986. p 9.
un indígena hablante de su lengua materna y están im- pregnados de los matices de la vida real de los waiúus.13
Los relatos de Jusayú no abandonan el imaginario au- tóctono ni se desprenden totalmente de los modos enunciativos propios de la oralidad, de la cual toma inicios, shifters y culminaciones, haciendo valer en los desarrollos narrativos el sentido de las repeticiones de frases y palabras que refuerzan sus vínculos con lo que se denomina en     waiunaiki sükuit’pa wayuu. Elementos ancestrales, como fragmentos de mitos antiguos de carácter cosmogónico o antropogónico, relatos de sueños (laapüt), son frecuentes en sus relatos, como si el escritor tomase el papel del o’uutushi (chamán) o el de o’uulaki  (vidente),  que pueden  leer  en las conciencias y sueños  de los hombres los caminos  del porvenir  y del destino.
En suma, Jusayú, si no logra eliminar el peso ancestral de la dominación y el silencio  culturales, lo reduce  mediante  la  utilización   de  la escritura,  aprovechada como instrumento con  la funcionalidad  referida,  en  un empeño consecuente por transformar la representatividad indígena de elemento pasivo, literariamente imperceptible, en sujeto  legítimo  de su propia enunciación, liberando  de ese  modo  su imaginario  étnico e integrándolo en  el horizonte  de una escritura que reconoce binacional,  con  lo cual  –sin  dudas–  amplía las posibilidades  comunicativas y comprensivas de su cultura  desde  los bordes,  desde  supermanente resistencia.
13    Ibid., p. 11.

miércoles, 24 de abril de 2019

Hambre e infancia en la Guajira venezolana hoy









Por Sailín Fernándezabril 8, 2019 11:24



Eran de 40 a 60 niños y cuatros mujeres con otros en brazos; yo llevaba tiempo viéndolos correr de un lado a otro. Se movían mientras llegaban los carros. La mayoría llevaban bolsos. Seguí mirándolos cuando de repente veo que un niño, de aproximadamente 7 años, sale corriendo como si se le fuera atravesar al vehículo que venía. Me aterroricé, pues pensé que se iba a tirar encima del carro. Me levanté de inmediato para gritar, pero me quebré cuando le escuché decir: “señor, por favor, llévame a La Raya, así sea en el capó del carrito”. Eso fue como la carrera del más poderoso.

Se hacía más tarde y era posible no llegar a tiempo para el desayuno en el comedor humanitario ubicado en el corregimiento de Paraguachón.


Esto comenzó esa mañana con los gritos de los niños que veía correr en el punto de control de la GNB en el poblado de Guarero, a unos 8 kilómetros para llegar a la frontera. Me inquietó la gran cantidad de niños que esperaban embarcarse en algún carro. Eran los rostros de niños desesperados por comer. Me enfrentaba a la forma más extrema del hambre que se reflejaba en el rostro de aquellos que estaban allí.

Me les acerqué y juntos a ellos, me quedé esperando un carro que nos llevaría hasta ese comedor. Mientras esperábamos, les entablé una conversación para decirles que yo también iría al comedor. Al cabo de un rato, ya en confianza, les pregunte:

¿Qué era los que más anhelaban en ese momento?
Javier, de 8 años y con una piel tostada, la ropa rota pero con ojos de esperanza, fue quien respondió con aquella inocencia: “llegar a tiempo para comer mi desayuno. Siempre que llegamos temprano, nos dan mucho y así podemos guardar algo en los pote que traemos en estas bolsas para mis otros hermanos que se quedaron”.

Volví a soltar otra pregunta; ¿los hacen todos los días? “Sí porque en mi casa no tenemos nada que comer. Tenemos hambre. Mis dos hermanos chiquitos lloran porque su barriga está vacía y a mi mamá le toca cuidarlos, por eso voy al comedor”. Con estas palabras desgarradoras, sentí que ni una plaga era tan letal como el hambre. No lo sabía.

Al hambre la conocemos solo cuando nos da y la saciamos comiendo a la hora que corresponde. Conocemos ese hambre de manera repetitiva, pero no el hambre desesperante de quienes no pueden con ella. Esta historia la comencé con esta cruda realidad de nuestros niños de la guajira  que buscan mitigar el hambre.

El hambre les perturbó la tranquilidad a los más pequeños de la Guajira. Les quita la posibilidad de pensar en un cuaderno, en un aula de clase. Me impresiona cómo la pobreza les quita la esperanza de pensar distinto, les roba la ilusión de ser niños.

Algunos nos preguntamos si esos niños podrán o tendrán la posibilidad de comer al otro día. Y más: se imaginan a esos niños pensando en la noche cómo agarrar una cola rápida para poder llegar temprano y tener la mejor oportunidad, llevándose por delante a otros niños que tratan de sobrevivir. La zozobra forma parte de sus día a día en medio del desespero.

Una realidad que se viene agudizando con el pasar del tiempo. No existen políticas públicas del Estado para atender a nuestros niños; no existe una estrategia para que nuestros niños no asuman responsabilidades del hogar.

Solo hay escuelas vacías y las calles llenas de niños trabajando para sobrevivir ante el  hambre.

[Tomado de http://www.radiofeyalegrianoticias.net/sitio/ninos-ante-el-hambre-una-guerra-para-sobrevivir/red-indigena.]