viernes, 27 de diciembre de 2013

LA SEÑORA IGUANA

Vicenta María Siosi Pino,


Hacía un año que no llovía en Panchomana. Los trupillos habían perdido sus hojas secas y el suelo parecía arrugado. La señora iguana estaba cansada de buscar alimento y se detuvo a reposar sobre un cacto candelabro. Pasaron sobre su cabeza, volando al occidente, cuatro tórtolas ocho perdices y una bandada de cotorras “cara sucia”. También apareció un osito hormiguero. La señora iguana le pregunto.  
 


¿ a dónde van tan de prisa?
A la granja de la señora  Josefa,  allá hay agua y buena comida- respondió el animalito.
¿y cómo se llega a ese lugar? Pregunto entusiasmada la señora iguana.
Después del cementerio apshana, pasas por la escuela santa Rita, atraviesas el rio calancala y como a un kilometro encontraras una loma amarilla, esa es la graja de la señora Josefa, ella es muy buena. Explico el osito hormiguero.
La señora iguana dio las gracias y emprendió el camino. Vio las bóvedas blancas del camposanto apshana brillando bajo el sol, la escuela santa Rita pintada de dos colores y el calancala completamente seco por el verano. Siguió andando y rodeado de nubes diviso la loma de arena amarilla.
A medida que se acercaba escuchaba el canto feliz de las aves. En las copas d los arboles había paraulatas, canarios, cardenales guajiros y hasta conoció el famoso utta que tiene bigotes y es de color marrón con un collar blanco en el pescuezo.
Subió por la loma hasta encontrar una choza de barro y techo de palma, estaba cercada de arboles de tamarindo, Jovita, aceituna, marañón y ciruela, sus ramas  largas daban sombras y el clima era fresco. Junto a la casita había una enramada y un jardín donde se asomaban  coquetas flores de trinitarias, cortejos, corales y rosas de la habana.
De pronto a aprecio la señora Josefa, se acerco a un pozo, tiro de una cuerda y saco del fondo un balde con agua, lleno dos baldes  que estaban junto al pozo y empezó a regar los arboles uno por uno. Después mojo el jardín y por ultimo relleno una fuente en el centro del patio donde docenas de pajaritos se acercaron a beber sin miedo. La señora iguana decidió treparse en la palmera más alta de la granja. Desde allí pudo el desierto extendiéndose plano hasta tocar el mar.
En la mañanita los pájaros  inundaron con sus trinos el ambiente y antes de levantarse el sol en el oriente la señora Josefa salió a bañar nuevamente sus palos. Al terminar barrio las hojas que Caían al suelo y las apilo en una zanja alejada un poco de la casa.
Al cocotero donde estaba alojada la señora iguana se acerco una paloma. buenos días, n la había visto por aquí- dijo el ave.
Vine ayer del desierto de panchomana  y estoy sorprendida de ver la felicidad de los animales –explico la señora iguana.
Vivimos en paz- expresó la paloma. La señora Josefa nos regala agua, no permite que nadie robe nuestros nidos y prohibió a sus nietos acosarnos con hondas y escopetas.
Pero no he visto a ningún niño por aquí- añadió la señora iguana.
Visitan los domigoooos – grito la paloma antes de volar por el cielo azul.
La señora iguana camino entre las ramas y se asomo en un aceituno. Tomo dos hojitas y se las comió. Estaban dulces y frescas. Desde allí podía ver a la señora Josefa tejiendo un hermoso chinchorro multicolor bajo la enramada. Es bueno tener amigos – pensó la señora iguana y se puso a conversar con las gallinas. Le conto como era panchomana a las guacharacas y hasta fue a saludar a cinco cerditos en un corral.

Aquí puedes vivir tu  también porque la señora Josefa es muy buena – aseguraron todos.
El domingo muy temprano llegaron diecisiete nietos y ocho hijos de la señora Josefa. El bullicio de sus voces alegro la granja.  Ayudaron a regar las plantas, armaron un fogón y entre todos prepararon una sopa. Después del almuerzo colgaron chinchorros  en la enramada, algunos descansaron, otros se pusieron a jugar estrella china y los más pequeños corrían tras una pelota.
En la tarde, antes de irse, rebeca, hija de la señora Josefa roció con petróleo las pilas de hojas secas y las quemo. Se armo tal llamarada que los pájaros  volaron despavoridos a resguardarse del humo.
Todos los días después de regar los arboles la señora Josefa tejía sus chichorros multicolores. La señora iguana le comento al conejo gris. Quiero aprender a tejer chinchorros para ayudar a la señora Josefa.
Tus manos son muy cortas y no podrás  trenzar los hilos – dijo el conejo.
Voy a practicar- añadió la señora iguana. Te puede ayudar el pájaro gonzalico que teje sus nidos como una gran mochila- informo el conejo.
Buena idea- concluyo la señora iguana y salió a buscar al gonzalico.
Lo encontró acariciando sus pichones y le pidió colaboración.
Construyo mi nido con el pico, voy colocando ramita por ramita. Hago alrededor de cuatro mil viajes, pues a veces se me caen los palitos. Pero no sé nada de chinchorros – se excuso el gonzalico.

Al siguiente domingo la señora iguana se encaramo en un árbol de acacia. La señora Josefa estaba enseñando a su nieta sibil a tejer chichorros y la señora iguana no quería perderse la clase la clase. De repente un viento del sur empezó a mecer los arboles, era tan fuerte que las ramas se agachaban casi tocando el suelo. La señora iguana nerviosa se agarraba con sus patas delanteras al tronco.
Otra arremetida del viento del sur hizo que la señora iguana cayera al suelo haciendo un ruido al golpear su cuerpo con la tierra. Su piel verde contrastaba con la arena amarilla. La señora Josefa la vio y lanzo un grito.
         Mátenla o acaba mi jardín. Al instante los muchachos se armaron de piedras y palos. La señora iguana corrió lleno de pavor, sentía su corazón latir apresuradamente. Las piedras le pasaban cerca de la cabeza y un palo alcanzo a herir su cola, entre unos cardones. Cuando los niños se devolvieron, muy triste la señora iguana se puso a llorar.
Decidió marcharse de la granja. Una ardilla que comía coco la llamó.

Venga usted hoy a almorzar conmigo. No puedo, abandono la granja para siempre – respondió  la señora iguana y le narro lo sucedido.
Habla con la señora Josefa y cuéntale que tu no dañas su jardín.
Es imposible. Tan pronto me vea querrá matarme
Entonces escríbele una carta. No sé escribir-dijo la señora iguana. - aprende le animo la ardilla.
Después de darle las gracias por el consejo, la señora iguana se encamino a la escuela santa Rita.

Con dificultad trepo por la pared, se agarro  de los calados y se acomodo en la ventana. La maestra Nicolasa enseñaba las vocales a los niños. Con un mes de clases aprenderé a escribir de corrido – pensó la señora iguana. De repente un alumno la vio y empezó a gritar. Una iguana, una iguana
Se formo tal alboroto que los niños corrían despavoridos. Los más grandes empezaron a lanzarle peñascos temblando de miedo la señora iguana subió al techo y se escondió en una gárgola. Como los estudiantes no pudieron trepar a la azotea volvieron a su salón.
Solo cuando aparecieron las estrellas en el cielo la señora iguana bajo del techo y se perdió en los matorrales.
Triste y sola la señora iguana lloraba en un cacto. De pronto apareció en el camino una joven. Asustada intento huir, pero la chica cantaba alegre mientras tomaba unas fotografías.
Le tomo fotos al cielo lleno de nubes blancas, a un rebaño ce cabras y de pronto la vio y también le tomo una foto.
 Que linda iguanita- expreso la joven.
La señora iguana se alegro de que alguien no quisiera matarla y se atrevió a hablarle.
Niña, pish,  pish, niña- la llamó.
¡Oh! Puede hablar –dijo admirada la chica.
Si puedo y deseo pedirle el favor de escribirme una carta.

La señora iguana conto su historia. La joven dijo que conocía a la señora Josefa y se comprometió a traer la respuesta al otro dia. Saco de su morral papel y lápiz y ecribio la siguiente carta.

Señora Josefa: Por favor no me mate. Yo amo la vida. Me maravilla cuando los arboles de caña guate  se visten de flores amarillas que se divisan en la distancia.
Como me dijeron que usted es muy buena voy a su jardín y tomo unas hojitas, pocas porque mi estomago es pequeño, incluso son más las que caen a tierra y usted debe barrerlas y apilarlas y he visto a su hija rebeca quemarlas.
Un día estaba observándola tejer sus chinchorros multicolores con deseo de ayudarla, cuando un viento del sur me tiro al suelo. Usted me vio y dijo a sus nietos “mátenla” y ellos me acosaron con piedras. Si hubiese sentido como latía mi corazón seguramente hubiese detenido a esos muchachos. Gracias a dios no me alcanzaron.
Quiero tener hijos para asolearlos y pasearlos por las lagunas aspirando el aroma de las cerezas después de las lluvias mientras escuchamos la música de los pájaros. Por favor no me mate.
Atentamente,
La señora iguana.
La señora iguana esa noche, casi no pudo dormir.
¿Qué contestaría la señora Josefa? Le preguntaba a la luna, pero la luna solo se sonreía con su cara redonda.
Al mediodía llegó la muchacha.
La señora Josefa te pide perdón por causarte tanto dolor y te invita para que vivas en su patio.
La señora iguana se puso contenta  y emprendió el camino a la granja. Cuando llego a la entrada encontró un aviso grandote que decía


“PROHIBIDO MATAR IGUANAS”
 




El dulce corazón de los piel
 
cobriza,


Barranquilla, 2002: Fondo Mixto para la
Promoción de las Artes de la Guajira, pp. 81-94.

1 comentario:

  1. No había leído este cuento, pero es la primera que un cuento me hace llorar.

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