miércoles, 5 de abril de 2017

La realizadora indìgena Mileidy Domicó, y su familia se encuentran damnificados de la tragedia en Mocoa. perdieron absolutamente, la avalancha se llevo todo



La indígena del Pueblo Embera, realizadora audiovisual e integrante de la muestra de cine y video indígena Daupará, Mileidy Domicó, resulto damnificada de la tragedia en Mocoa, ella desde hace un año se fue a vivir a Mocoa con su esposo, indígena del pueblo Kamentza. La avalancha se llevo su vivienda, y ella junto con su familia perdieron absolutamente todo. En este momento se encuentra en un albergue del Cabildo Kamentza Villa.


Bisabuela,
no dejes de cantarme,no dejes de darme alimento.Ayúdame a no olvidar,no dejes de contarnosnuestra historia.Ayúdame a entenderqué nos pasó.Ayúdame a preferirel plátano con pescado.Ayúdame a hablar más en embera,ayúdame a ser una buena embera …
(Mileidy Orozco Domicó, 2011).[2]














Mientras la voz en off en lengua embera de Mileidy Orozco Domicó va susurrando este poema escrito por ella para la película que ella misma dirigió (“Mu Drua, Mi tierra”), la cámara se desliza suavemente desde la textura roja de la falda de la bisabuela hasta sus collares multicolores; luego se visualiza la textura negra de la olla de metal que atrapa una pequeña tortuga… hace un close up y enfoca la piel café oro de la cara de la bisabuela quien, al tiempo, recibe un abrazo caluroso de su pequeña nieta. Luego, la cámara corta y abre a un cielo repleto de pinceladas de nubes algodonadas a cuyos pies uno distingue la tierra que segundos antes Mileidy nos ha dicho que es su comunidad: Cañaduzales de Mutatá (Antioquia, Colombia).
Mileidy Orozco Domicó es una joven mujer indígena embera katio quien pone en el centro de su película-documental a su bisabuela, y dedica el video a su abuelo, quien siendo cabildo gobernador, fuera asesinado en la comunidad de sus ancestros de la que tuvieron que salir para pasar a ser una de los muchas familias de comunidades desplazadas por la narcoguerra colombiana. De ese desplazamiento y de esa guerra emerge un profundo sufrimiento, pero también el documental creativo de Mileidy emanado desde su ser mujer en contexto de guerra permanente y prolongada. Desde ahí, Mileidy disputa y propone estéticas, temáticas, gramáticas, sentidos-otros de cara al mundo audiovisual neoliberalmente globalizado.
El video documental de Mileidy titulado “Mu DruaMi tierra”, es uno de los 65 videos seleccionados y exhibidos en el XI Festival Internacional de Cine y Video de los Pueblos Indígenas y en el VIII Encuentro de Cine y Comunicación de los Pueblos Indígenas que finalizaron el pasado 6 de octubre en Medellín, Colombia, luego de haber llevado a cabo actividades también en Bogotá, en comunidades rurales, en espacios universitarios y en salas de cine y arte. Este festival es parte de un movimiento de movimientos de alcance transcontinental encabezado por realizadores que lo mismo incursionan en el cine, en el video indígena, en la radio comunitaria, que en la TV comunitaria y la prensa libre y autogestionada.

Este movimiento de movimientos no puede ser entendido si no es de la mano de las luchas indígenas, negras y populares que hoy, en muchos lados, están ligadas a las luchas por la defensa de la tierra y del territorio, por la autonomía y para la reconstitución de los pueblos. En otras palabras, si no es de la mano de las actuales e históricas luchas de resistencia que dan las comunidades, organizaciones, movimientos y redes de mujeres, hombres, jóvenes, profesionales, comunicadores comunitarios y artistas indígenas, afrodescendientes, de desplazados y de grupos marginales de proyectos nacionales o hegemónicos. Luchas que tienen cada una su forma y su historia particular. Luchas que existen no sólo a lo largo de Abya Yala sino también en África, el Ártico, Asia y Europa.
Como nos dicen las organizaciones campesinas e indígenas convocantes del XI Festival[3]: éste es parte de las muchas acciones de movilización y visibilización que han emprendido los pueblos indígenas. Enfatizan que es parte “de la búsqueda incesante de respeto a la Madre Tierra y del reconocimiento de los derechos ancestrales vulnerados por las políticas de exterminio de los Estados. De igual manera, es una oportunidad para mostrar a la sociedad en su conjunto las alternativas sobre la vida y el desarrollo que los pueblos indígenas proponen”. Alternativas que en las producciones audiovisuales, hechas por los mismos miembros de los pueblos, tejen aspectos sobre la identidad, la historia, la tierra, el territorio, la medicina ancestral, los derechos, la educación propia, la infancia, la participación política, la mujer y el género, y sobre la ecología y la cosmovisión.
A diferencia de otros festivales de arte y cine que se llevan a cabo en otras partes del mundo, el XI Festival y los 10 anteriores (celebrados desde 1985), son –como sus organizadores dicen–, más que nada, “un escenario de caracterización, análisis y reflexión de la grave crisis humanitaria que atraviesan los pueblos en diferentes parte del mundo”. Es aquí donde nos incrustamos todas las personas, proyectos, programas, organizaciones y movimientos que estamos involucrados en procesos similares de implementación, caracterización, análisis y reflexión de lo que algunas hemos llamado la video-auto-representación desde los pueblos originarios en tiempos de crisis civilizatoria y de múltiples guerras.
Ya he mencionado en varias ocasiones desde dónde hago/hacemos nuestro trabajo: desde el Proyecto Videoastas Indígenas de la Frontera Sur (PVIFS), mismo que arrancó en el año 2000 en la unidad sureste del CIESAS, en coordinación con el Centro de Estudios Superiores de México y Centroamérica (CESMECA) de la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas (UNICACH) y articulado a organizaciones campesinas, indígenas y de jóvenes urbanos mayas. Entonces, como ahora, nuestro objetivo se expresa así: contribuir a fortalecer los procesos de comunicación de los pueblos originarios; en particular, la producción audiovisual de mujeres y hombres mayas jóvenes, quienes trabajan desde sus propias lenguas, sus valores culturales y sus necesidades comunales y organizacionales, en defensa de sus derechos, territorios, tierras y autonomías.
En diferentes momentos y publicaciones, personales y colectivas, escritas y audiovisuales, abordamos la historia del PVIFS, los resultados que hemos alcanzado con las contrapartes, la metodología dialogada de co-labor que usamos, la forma en que nos fuimos encontrando con artistas (y no sólo videoastas) con quienes formamos la Red de Artistas, Comunicadores Comunitarios y Antropólog@s de Chiapas (Raccach). Con ellos cruzamos nuestras agendas para crear una compartida. Así fuimos tejiendo nuestros saberes, historias y luchas y, a la par, creando algo a lo que hoy se podría llamar: investigación sentipensada desde la raíz, la co-razón y el corazón.
Dicho esto, quisiera centrarme en un cruce que en nuestro trabajo de co-labor salta y exige ser visibilizado así, entretejidamente: la video-auto-representación en manos de jóvenes indígenas, como una dimensión de las luchas dadas, no sólo en el campo de la comunicación sino también en el campo de lo epistémico, entendido éste como campo de saber emanado de una determinada verdad impuesta desde un poder epocal. Gracias a lo que nos ha tocado (con)vivir y co-reflexionar, puedo ahora decir en gramática académica, que la dimensión y el campo epistémico de la video-auto-representación son claves para la construcción de autonomías de facto germinadas bajo contextos de guerra.