lunes, 30 de noviembre de 2009

MIGUEL ANGEL JUSAYU



MIGUEL ÁNGEL JUSAYU: El Homero de la Literatura Indígena
“Desearía ardidamente que mi nombre sea inscrito en las piedras más abultadas que se hallan en la Guajira”








En medio de un destino tan adverso, de numerosos contratiempos, de una pobreza económica, Miguel Ángel Jusayu responde con la vida y es precisamente ésta la que expresa en sus escritos literarios y lingüísticos.
El nacimiento de este insigne escritor ocurrió en la Ranchería de Yalü’yalü en la loma de Jiichu’woulu, Corregimiento de Nazareth, Alta Guajira (Colombia) en una fecha no exacta, a la llegada de una noche tal vez muy oscura y silenciosa y al comienzo de la época lluviosa. Sin embargo, su cédula de identidad indica el 20 de agosto de 1933, como fecha oficial de su natalicio. El nacimiento de Jusayu había tenido lugar precisamente cuando en la Guajira no se había extendido plenamente la influencia alijuna. El analfabetismo entre la población indígena era casi total. No se conocía el calendario ni el registro civil.
Fue bautizado solemnemente por el Presbítero José María de Alfaro en la Iglesia Sagrada Familia de Nazareth (Alta Guajira Colombia), el 29 de abril de 1934 con el nombre de Miguel Ángel por sugerencia del padrino, con el apellido de la madre primero como es tradición en el pueblo wayuu. Sus padrinos fueron los señores. Miguel Ángel Polanco y Susana Iguarán. Sus padres fueron Aleentua Ja’yaliyuu y Rukaaria Jusayuu.
Su vida estuvo llena de numerosas aventuras, travesuras infantiles, viajes muy cercanos a la ficción. Su infancia aventurera marca el lento acercamiento a la Cultura Alijuna, contenido que hallamos en uno de sus relatos con rasgos autobiográficos “Ni era Vaca Ni era Caballo”. Este acercamiento al mundo alijuna estuvo señalado por dos sueños que según Jusayu determinaron su futuro viaje a Caracas, su ingreso al Instituto para Ciegos y su formación.
Desde su niñez se notó su apetito de curiosidad y esa obsesión por la huida, símbolo entendido como la búsqueda de la superación, de cambio; su infancia también estuvo marcada por el temor a los seres sobrenaturales Keeralia (Fuego Fatuo), Shaneeta’inrü (Espíritu maligno personificado en un jinete), Aka’lakui (Duendes), Chaamaa (especie de bruja) cuya presencia vivenció tal y como en sus cuentos se demuestra. Desde su infancia era admirado por sus familiares y tenia por nombre Shu’wá. También lo llamaban Mátsarráwa.
A los 12 años perdió la vista producto de una enfermedad ocular infectocontagiosa llamada en su tierra ta’wa’ki (conjuntivitis severa) descuidada por sus padres y agravada por su constante exposición al sol, al polvo y al calor debido a su trabajo como pastor en su edad temprana. En vez de llenar de oscuridad sus días, se sobrepuso a su ceguera y a la temible creencia de la Venezuela de aquellos ruidosos años 40 que señalaba al Wayuu como un animal, casi una bestia.

Ya ciego llegó a Maracaibo, donde lo espera una suerte de mendicidad (vendedor de loterías), mezclada con el deseo ardiente de dominar el idioma de los alijuna (no indígena) pero dándole prioridad al wayuunaiki. A principios de 1945 comenzó a pedir limosna en el pueblo de los alijunas en la Ciudad de Maracaibo, entre los lugares que frecuentaban son: El Malecón, Bella Vista, Las Delicias, El 5 de julio, valle Frio, El Milagro, Santa Lucia y Tierra Negra. Muchos alijunas le daban limosna buenamente, otros le daban con malas ganas, otros lo insultaban agriamente y lo espantaban como un perro sarnoso. Le decían que fuera a trabajar. Eso le provocaba dolor en el alma. En el momento sentía escalofríos y le salían las lágrimas.

El 10 de enero de 1950, se traslada a la Ciudad de Caracas y logra aprender a leer y escribir castellano en el sistema braille. Allí, en un mundo distinto al de él, donde lo que más ansiaba era poder ver de nuevo para recorrer con su abuela la sabana de su niñez, se enamoró por vez primera, aprendió a bailar y a susurrar sus primeras palabras de amor.

Estando en la Ciudad Capital Cursó la primaria en el Instituto Venezolano para Ciegos, y de su voluntad autodidacta e interés por la creación y la investigación donde lleno de esperanzas sentía que había perdido la mitad de su vida quedando imposibilitado a trabajar, a producir… era como quedar inútil, inclusive, ante la opinión de sus padres... sufría y lloraba… pero niño al fin, luego sonreía. Posteriormente se dedicaría por entero a la escritura.

Ingresó a esta Institución después de varios intentos a través de la Gobernación del Zulia y gracias al destino que lo condujo a ese lugar, donde encontraría un apoyo intelectual para satisfacer a ese afán de saber que lo caracterizaba.

En 1956, sin haber concluido el quinto grado fue expulsado injustamente del Instituto por haber sido considerado como uno de los cabecillas de la huelga generada por una joven española, quien trabajaba de Secretaria en el Instituto.
A principios de 1956, viaja a Medellín Colombia a estudiar en la Escuela de Ciegos y Sordomudos donde cursó el quinto grado preparatorio. En los primeros días del mes de julio de ese mismo año renuncia del Instituto por problemas de recursos económicos y regresa nuevamente a la Guajira.

En 1956, retirado ya de la actividad estudiantil, se dedica a enseñar sin remuneración alguna a un grupo de niños wayuu en la Comunidad de Wüléuka y en Waátünou, situado al norte de Nazareth. El trabajó como maestro en Keeyo’u y en Cojoro como suplente del Maestro Rangel Duran, estuvo alfabetizando en Wuluipana en una capilla que servía como escuela por la cantidad de 5 bolívares mensuales que daban los representantes.

En 1959 regresa a Maracaibo, a los pocos días se inscribió como miembro activo de la recién fundada Asociación Zuliana de Ciegos, en donde fue nombrado maestro de una escuelita que al poco tiempo fue retirado por problemas personales. Para ese tiempo, y en la misma Ciudad de Maracaibo concluyó su estudio de quinto y sexto grado en la escuela “Marcial Hernández” retornó a las calles del centro Marabino y armado con una máquina de escribir, se sentaba en la Plaza Baralt, en la calle Comercio, a escribir los telegramas que los transeúntes requerían. La gente venia más por la curiosidad de un ciego escribiendo que por cualquier otra cosa. Luego hizo de traductor.

En 1968, a la edad de los 40 años, conoció al padre Jesús Olza Zubiri, profesor catedrático de la Universidad Católica Andrés Bello, quien se convirtió en su mentor lo ayudó a publicar la obra El Tratado de la Lengua Guajira, que por sugerencia del padre fue cambiado por “Morfología Guajira” cuyo prólogo fue redactado por el Sacerdote, además lo apoyó con una máquina de escribir, grabador, papeles y trescientos bolívares mensual. Desde ese entonces el padre trabajó con él y fue nombrado investigador de campo de la Universidad Católica Andrés Bello.

Su primera obra “Morfología Guajira” causó un gran impacto, admiración, suspicacia y escepticismo entre los intelectuales alijunas y wayuu, ya que no podían creer que un indígena con solo sexto grado de instrucción escribiera una obra de tan alta envergadura. En 1970 comenzó a transcribir los cuentos autóctonos, “Tópicos de la cultura Guajira”, donde el escritor recopila costumbres, creencias, formas de trabajo, estilo de vida y muchos otros temas propios de su cultura, fue su siguiente trabajo literario con un impacto semejante a su primer libro. Con sus relatos transmitió a todos el imaginario fantástico de las leyendas, los modos de vida y tradiciones wayuu, tomándose en puente de unión e integración entre los alijunas.

El Instituto Venezolano de ciegos significó ese gran cambio. De no haber llegado al Instituto, Jusayu no hubiera conocido a su mentor y amigo el sacerdote Jesuita Jesús Olza del Departamento de Lenguas Indígenas de la Universidad Católica “Andrés Bello”, quien se convirtió en su guía que lo introdujo en el mundo de las letras. “El Diccionario de la Lengua Guajira” que escribió casi a los 45 años de edad, cuando aún pertenecía a la Asociación de Ciegos del Zulia, representó su gran aporte a la difusión de una lengua por tradición ágrafa. La idea fue sugerida por su asesor técnico de la UCAB. Sus obras figuran:
Jükü’jalairrua Waiu (Relatos Guajiros) 1975, Diccionario de la Lengua Guajira Guajiro-Castellano 1977, Gramática de la Lengua Guajira, 1978, El Idioma Guajiro sus fonemas, su Ortografia, su morfología con Jean Guy Goulet 1978, Jükü’jalairrua Waiu II, (Relatos Guajiros), 1979, Diccionario de la Lengua Guajira, Castellano-Guajiro 1979, Achi’ki (Relatos Guajiros) 1986, Diccionario Sistemático de la Lengua Guajira 1988, Takü’jala (Lo que he contado) 1989, Wane Takü’jalayaasa (Otros Relatos Míos) 1992, Autobiografía 1993, Anu’ Takü’jalairrua (Aquí están mis Relatos) 1995, Métodos para enseñar a escribir y a leer el Waiúnaiki 2002, Kane’wa (El Árbol que daba Sed) 2005 y su último libro es Karra’louta Nüchi’kimájatü Miguel Ángel Jusayu.

“Ni era Vaca ni era Caballo” seria la obra más trascendental por que traspasó fronteras y le valió el reconocimiento a escala mundial al ser traducido en diez idiomas danés, Noruego, y Sueco. Hay interés en traducirlo en la Feria de Bolonia, ocho países se mostraron interesados y a los efectos ya lo habia visitado una traductora Sueca.


Antonio Tovar Llorente, exrector de la Universidad de Salamanca, académico, catedrático de lingüística Comparada en Tubinga, lllinois, Madrid y Salamanca, autor de Catálogos de las lenguas de América del Sur, ha expresado sobre Miguel Ángel Jusayu lo siguiente: “No hay escritor y estudioso de su lengua indígena que se pueda comparar. Su originalidad, su capacidad de análisis en una lengua muy difícil y sus dotes de creador literario son extraordinarias. La labor del señor Jusayu en sus diccionarios y estudios gramaticales es incomparable, y se puede decir que en toda América no hay un escritor como él en su lengua indígena, ni estudioso en el mismo grado de la misma. Todos sus trabajos prueban su dedicación y una competencia superior hasta convertirlo en un verdadero escritor en su lengua nativa” ( Ángel Lombardi, 2009).
Decía Miguel Ángel Jusayu, que en una ocasión tuvo la oportunidad de leer trabajos lingüísticos y literarios de autores alijunas sobre el wayuunaiki y encontró tantas exageraciones, que se vio obligado a emprender investigaciones en estos campos.

Sus historias han sido representadas en el teatro y en el cine. Muchas de sus lecciones permiten a los maestros proyectar conocimientos entre los niños wayuu. En enero de 2008, La cineasta Patricia Ortega realizó un documental que es una historia contada a ritmo de cuento llamado “El Niño Shuá”, donde el propio maestro cuenta su vida.


PREMIOS Y RECONOCIMIENTOS
Miguel Ángel Jusayú ha sido merecedor de innumerables premios y reconocimientos más importantes como las siguientes:
• Certificado por haber participado como representante indígena y ponente en el “Seminario de Lingüística e Indigenismo”, Caracas 1979.
• Placa de Reconocimiento del Instituto de Capacitación para Ciegos “Joaquín Goeke”, Maracaibo 1979.
• Diploma de Reconocimiento en el “Centenario de Paraguaipoa” 1980.
• Placa de Reconocimiento en la Semana Homenaje a Luis Braille, Asociación Zuliana de Ciegos, Maracaibo 1985.
• Placa de reconocimiento en el Día Internacional del Bastón Blanco, Asociación Zuliana de Ciegos, Maracaibo 1985.
• Certificado por haber participado como escritor invitado en el Cursillo “25 años de Narrativa Corta en el Zulia: 1962-1986, Asociación de escritores de Venezuela, Seccional Zulia, Maracaibo 1986.
• Diploma de Miembro Honorario de la Federación de Instituciones de Ciegos (FWVIC) 1990.
• Premio de Literatura Estampa Zuliana en 1991.
• Titulo de Profesor Honorario de la universidad del Zulia, 1991.
• Diploma como Huésped Distinguido de la Alcaldía del Municipio Campo Elías, Ejido, Estado Mérida 1993.
• Condecoración con la Medalla y Diploma de Honor al Mérito Luis Antonio Robles, por la Asamblea Departamental de la Guajira, Uribía Colombia 1994.
• Premio Regional de Literatura “Jesús Enrique Lossada” en 1997.
• Premio Regional de Literatura Jesús Enrique Lossada, Gobernación del Estado Zulia 1998.
• Orden Lago de Maracaibo en su tercera Clase 1998.
• Doctor Honoris Causa, otorgado por la Universidad del Zulia (LUZ) 1998.
• Doctor Honoris Causa otorgado por la Universidad Nacional Experimental Rafael María Baralt en el año 2007.
• Premio Nacional de Literatura 2006, otorgado por el Ministerio del Poder popular para la Cultura.
• Orden “Rafael María Baralt” en su primera clase 1998.
• En 2008, se crea la Sala Braille Miguel Ángel Jusayú, especial para discapacitados, de la Biblioteca Pública del estado Zulia María Calcaño.
• Homenaje Post mortem por el Instituto Autónomo Consejo Nacional de Derechos de Niños, Niñas y Adolescentes y el Centro de Atención Integral Hijos del Sol.
• En el 2010, se conformó La Asociación de Escritores Indígenas Miguel Ángel Jusayu”.
• El 9 de agosto del 2010, en el marco del Día Internacional de los Pueblos indígenas del Mundo, la Asamblea Legislativa del Estado Zulia (CLEZ) crea la Orden Miguel Ángel Jusayú en su única clase.


CARGOS DESEMPEÑADOS
• Asesor de Lengua y Literatura Guajira de Corpozulia, 1984.
• Profesor práctico-asesor de los estudiantes de la escuela de Post-grado de la Facultad de Humanidades y Educación de la Universidad del Zulia.
• Promotor Cultural Wayuu de la Secretaria de Cultura de la Gobernación del Estado Zulia 1991.
• Promotor Cultural de la Dirección de Cultura de Luz 1993.
• En 2002, fue Asesor lingüístico de la Lengua Wayuu en la Secretaria de Cultura del Estado Zulia.
• Colaborador de los servicios de Documentación Indígena (SEDINI) de Luz.
Emilia González Epieyuu con la cual procreó tres hijos Miguel Ángel, Gloria, y Carmen. En sus últimos momentos vivió en el Barrio San José donde trabajaba y sobrevivía con dignidad y laboriosidad de artesano.
Miguel Ángel Jusayu hizo de su vida cotidiana un apasionado relato, cuyas páginas registran los sueños del pastor de ovejas que un día dejó la sabana de la guajira para contarle al mundo, la fantasía que guardaba en lo más profundo de sus inéditos recuerdos.
Jusayu era uno de los intelectuales indígenas más importantes de América Latina.


El 8 de junio de 2009, se convirtió en un amanecer triste, en la Guajira el cielo estaba nublado, se estaba anunciando la partida de un gran hombre wayuu y se empezó a correr el rumor que había muerto Miguel Ángel Jusayu producto de un accidente doméstico. Su mortal cuerpo fue trasladado con una imponente escolta de afectos desde Maracaibo para darle santa sepultura en el Cementerio San José de Paraguaipoa, cumpliendo sus deseos en vida, donde reposan sus restos mortales, fue recibido por Docentes, estudiantes, investigadores y familiares con parada cívico-escolar y luego un homenaje Pósmorten el en Centro Social y Cultural Toro Sentao.
Profunda ausencia deja su partida en la Guajira, en el sentir de quienes conocieron, vivieron y experimentaron su hacer y su imperecedero afán de presentar al mundo la cultura




LA MUERTE DE UN SABIO WAIÙ

La muerte de un sabio wayuu: Miguel Ángel Jusayú
William Querales*
williamquerales@hotmail.com

Me dijo Ángela Castaño, mujer wayuu del clan Jusayú, que los pájaros en toda la Guajira se habían alborotado esa madrugada. Ya se sabía sobre la muerte de un patriarca de la etnia wayuu, Miguel Ángel Jusayú; un ser culturalmente muy cultivado y muy entusiasta. Dice el maestro Prieto Figueroa, que la alegría y el entusiasmo solo brota de las entrañas de los seres sabios que aprecian, aman y valoran sus ancestros y sus culturas. Los wayuu viven para reunirse con los Seyú: espíritus creadores todopoderosos de esa cultura. Miguel Ángel Jusayú fue un cronista de lo cotidiano y un gran historiador de su sabia, experimentada y ancestral cultura wayuu. Una vez en el barrio San José de Maracaibo, cerca de los postes negros, en una de esas visitas inesperadas de tiempos decembrinos, cuando los gallos hacen pausa y dejan cantar a los gaiteros zulianos, el maestro Jusayú, me habló de su niñez y de su vida. Lo escuché con atención y mucho respeto. Cada palabra era un concepto y una definición sobre las perspectivas de la vida, los valores wayuu sobre el trabajo y el significado de la tierra como morada del encuentro. Jusayú, solía ser como los sabios semióticos del lenguaje. Un sabio de la semiótica del lenguaje es un ser que sabe interpretar los signos sociales del pasado: Por ejemplo, un profesor de la Universidad de Boloña, un italiano, llamado Unberto Eco, autor de una extraordinaria novela sobre la religiosidad y la inquisición de la Edad Media, El Nombre de la Rosa y un sabio profesor vasco, llamado Fernando Sabater, profesor de la Universidad Complutense de Madrid y autor de los Diez Mandamientos; dos filósofos de hoy, muy actualizados en sus investigaciones sobre nuevos conceptos y nuevas definiciones. En el pasado reciente, fue el Rector de Salamanca, Don Miguel de Unamuno, figura en esa selecta lista, igualmente, el francés del existencialismo, Jean Paúl Sartre. De ese gran material y de ese colosal tamaño está hecho el maestro Miguel Ángel Jusayú, para entender las dimensiones de la grandeza de su conversación y de su profunda capacidad de diálogo. Jusayú es un ser monumental. Un colosal ejemplo. Ser amigo de Jusayú o estar cerca de él, seguro estoy, debió ser todo un privilegio. Uno de sus amores más intensos, fue el wayuunaiki, donde colocaba cada letra y cada pronunciación, simétricamente, ubicada, para nutrir y alimentar cada palabra del idioma y del diccionario de una cultura terrenal milenaria, muy subversiva por avanzar contra todo formalismo mestizo y pequeño burgués. Así es la cultura wayuu. El maestro Jusayú, nació en la alta Guajira donde el viento del mar y el sol intransigente estremecen al hombre y a la mujer wayuu y todo cuanto les rodea al ritmo de la yonna, danza expresiva wayuu, que hace brotar sus sentimientos. De esos mundos maravillados, salió Miguel Ángel Jusayú, salió con el cantar y el himno de los pájaros, el sonido de los vientos y la formación de los cardonales. Los alíjunas o los blancos mestizos, lo conocieron, como un cultor providencial, discapacitado por la ceguera. Jusayú era un cultor del idioma wayúu, llamado el wayuunaiki. Miguel Ángel era un sabio lleno de paciencia. Como fue el sabio Confucio y el patriarca Job, hombre bíblico, el primero que desentraño las virtudes de la paciencia, como herramienta vital del saber. La nación wayuu guarda hoy luto. Yo no alcanzo a conocer, las dimensiones de ese luto de la nación wayuu por un hombre muy querido y amado, como Miguel Ángel Jusayú. Pero en la cultura indígena, como en cualquier idiosincrasia o modo cultural dice Esteban Emilio Mosonyi un experto indigenista, el dolor, la ausencia y la tristeza, son manifestaciones y emociones muy sentidas en el comportamiento humano. Honor y gloria para Miguel Ángel Jusayú en su largo viaje hacia Jepirra, lugar donde moran los espíritus de los indios muertos y donde lo tendremos eternamente a través de nuestros sueños.