domingo, 19 de enero de 2020

ANA DELIA FERNÁNDEZ, MUJERES QUE CUIDAN LA NATURALEZA Líder wayuu, tejedora del sueño de vida y la palabra originaria






















DEL TERRITORIO A LA CIUDAD.
.MUJERES QUE CUIDAN LA NATURALEZA En el marco del Progama Global Conjunto Mujeres, Recursos Naturales y Paz Relatos de defensoras del ambiente en Colombia
En el marco del Progama Global Conjunto Mujeres, Recursos Naturales y Paz


Cada diez años las Naciones Unidas convoca a los países a renovar sus compromisos con los principios de la Declaración de Río y los objetivos de la Agenda 21. Así, en 2002, en Johannesburgo, tuvo lugar la Cumbre Mundial sobre el Desarrollo Sostenible. Si bien el balance en el logro de las metas planteadas diez años antes no era positivo, los países se comprometieron con seguir la Agenda 21, y con el logro de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (establecidos en la Cumbre del Milenio, en 2000, para alcanzarse en 2015). La sostenibilidad ambiental y la equidad y empoderamiento de la mujer estaban en el mismo nivel de la política internacional que la erradicación del hambre y la pobreza. Veinte años después de la Cumbre de la Tierra, los gobiernos se reunieron de nuevo en Río de Janeiro. La Conferencia de Naciones Unidas sobre el Desarrollo Sostenible, o Río+20, se dio entre el 20 y 22 de junio de 2012. La reunión endosó un documento político que renueva el compromiso con el desarrollo sostenible y contiene medidas para implementarlo; el documento se denomina, “El Futuro que Queremos”, haciendo alusión a su antecesor de 1987, Nuestro Futuro Común. En esta segunda reunión en Río, tomó fuerza el concepto de crecimiento verde.

En la reunión de 2012, los Estados decidieron desarrollar un conjunto de objetivos que capitalizara sobre el proceso que se estaba viviendo con los Objetivos de Desarrollo del Milenio, y que le diese continuidad a la agenda después de 2015. El proceso de construcción de los que se llamarían Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) se cerró en la Cumbre de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo Sostenible, que tuvo lugar en Nueva York. Allí se endosa la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, que provee una estrategia para la paz y la prosperidad para las personas y el planeta, y cuya columna son los 17 ODS. Esta es la Agenda que nos guía hoy. Cada vez más el marco político internacional integra las diferentes dimensiones del bienestar humano con la preservación del entorno natural. Esa integración ya era visible para las mujeres que crecieron en una relación cercana con el medio ambiente, descontaminada de las barreras que interpone el medio urbano. Esa fue la vida de Carmen, Ana Delia, Isabel, Jani, Nazaret, Clemencia, Yurani, Maryuri, María Yalanda y otras; mujeres que hoy son canales de comunicación entre las comunidades de base y las decisiones de políticas nacionales. Ellas nos recuerdan que la música comunica, que los ríos tienen espíritu, que la educación es poderosa. Los invitamos a conocer sus historias con sabor a piangua y cancharina, a conectarse con sus territorios y sus luchas, a sentir la incomodidad de sus desplazamientos – unos voluntarios, otros forzados - y a considerar la fortaleza que cada obstáculo con el que se encontraron puso en el alma de estas mujeres.

Ana Delia, mujer wayuu de la familia claníl Siijunayuu, linaje que sólo se hereda por línea materna y representa la naturaleza de la avispa, creció en la zona desértica de La Alta Guajira, donde al lado de su abuela, su madre y sus tías maternas aprendió a tejer la vida entre mochilas y chinchorros; a oír el viento que mece la enramada; a interpretar el lenguaje de los sueños, y a sentir que las mujeres hacen parte de la naturaleza entre dunas, trupillos y estrellas que las ven hacerse fuertes y esenciales. Aprendió a bailar la yonna (danza tradicional), a amasar el barro con que se hacen las tinajas para transportar y conservar el agua dulce y atesorar las semillas de fríjol, de patilla, de auyama que cada año siembran en sus amplias huertas durante la llegada de las primeras lluvias. Se fue abriendo camino protegida con los baños de esencias de plantas sagradas que le hizo su abuela y con la palabra sabia transmitida desde el saber ancestral de sus mayores durante las noches de luna clara. Mientras las lunas se sucedían y los vientos modelaban las dunas, Ana Delia aprendió a ver su tierra con la perspectiva de una emprendedora lideresa. En tanto conocía su mundo, comprendió que muchas cosas no funcionaban en su entorno como deberían funcionar. La pobreza se multiplicaba entre regiones y las riquezas producidas por la explotación mineral no se traducían en bienestar para su gente. Así mismo, las llanuras fértiles, los arroyos, los animales y las plantas desaparecían. Su gran universo comenzaba a fracturarse, a perderse, a desvanecerse. Decidió entonces cursar la carrera de Comunicación Social en la  Universidad del Zulia, en Maracaibo (Venezuela), no solo por la necesidad de formarse en las técnicas de los medios y las Tecnologías de la Información y la Comunicación, sino además porque Ana Delia ya era una comunicadora consagrada en su labor de interpretar y comunicar. Para el pueblo wayuu, la palabra es el elemento fundamental para garantizar la vida y la paz en el territorio, y la mujer representa la autoridad espiritual en los procesos de gobernanza ambiental y construcción de paz. La oralidad y la palabra son para los wayuu el medio sustancial de comunicación: es la fuente donde la historia de sus ancestros se conserva y el lugar donde se comparten los sueños de un pueblo entero. La palabra (Pütchikalü), es un principio fundamental de la ética y la moral del ser wayuu. Durante sus años universitarios empezó lo que consideraría el inicio de su esfuerzo por garantizar y preservar los derechos humanos y los no humanos de todos los seres vivientes de su entorno natural. Para Ana Delia y su pueblo, los Derechos Humanos son una concepción que se queda corta ante los preceptos culturales que se interpretan desde la visión cultural de su pueblo: ellos no solo conciben la protección de los derechos de los seres humanos, sino los derechos de todos los seres vivos, de los pájaros, las plantas, los ríos, las montañas, los cerros, serranías y la Madre Tierra. En la universidad, entonces, junto con otros compañeros de la Asociación de Estudiantes Indígenas, logró gestionar cerca de dos mil cupos para jóvenes indígenas que querían prepararse a través de la educación superior. Fue un primer logro para contrarrestar la dificultad, la discriminación y la estigmatización que sufren los miembros de pueblos indígenas para conservar su cultura y acceder a la educación. A lo largo del periodo de su formación, e incluso en sus años juveniles, siempre hubo preguntas que rondaban las ideas de Ana Delia. ¿Dónde estaban las mujeres? ¿Adónde se habían ido? ¿Por qué no hacían parte de los consejos regionales que analizaban la situación ambiental y humana de su tierra y que luego establecían planes de trabajo? ¿Dónde?. Serie de preguntas que fueron más difíciles que las que tuvo que enfrentar en la universidad. La inquietante pregunta colgaba en sus pensamientos, como si la misma Wale’kerü, la araña mítica que se transformó en doncella y le enseñó a los wayuu a tejer la vida desde sus entrañas, la hubiera hilado desde la noche más alta solo para que Ana Delia la observara. Ella sabía que tenía que hacer algo al respecto, porque la mujer wayuu es principio sustancial en los procesos de diálogo y acuerdo entre los miembros de su cultura. Su sabiduría sienta las bases fundamentales para armonizar la vida y resolver todo tipo de crisis existencial. Ante los conflictos, las mujeres son las primeras en actuar. Son ellas las que autorizan los rituales de encierro y armonización espiritual; promueven el diálogo entre sus hombres. Es decir, son las que orientan el espíritu de sus hombres para buscar y consolidar la paz. Con su mirada recia buscan convencerlos para que no se dejen cegar por la ira y la locura de la venganza. La mujer mayor es la que tiene el control espiritual, la serenidad y la firmeza para sentarse con los miembros de su linaje familiar e invitar a través de sabios consejos a recurrir a la sabiduría de un Pütchipü’üi (palabrero) y resolver un conflicto mediante un acuerdo pacífico. El oficio médico-religioso de la Ouutsü encarna el rol sagrado de las mujeres como autoridad espiritual en la cultura. La Ouutsü es quien realiza los procedimientos de los rituales sagrados y prepara los baños de protección, purificación y sanación de cuerpo y espíritu, los cuales se efectúan en todas las etapas de la vida en familia, en especial a las niñas durante su etapa adolescente y a los hombres cuando existen tensiones por situaciones de conflicto. Así mismo, los demás roles de las mujeres, e’inalü (madres tejedoras), atükalü (ceramistas pintoras) o’ülakulü (visionarias espirituales), son fundamentales para procesos de restauración de derechos a través de un proceso de diálogo, de construcción de comunidad y de preservación de la cultura. Uno de los mayores problemas que Ana Delia evidenció en el debilitamiento del papel protagónico de la mujer indígena, como ella lo define, fue el impacto de diversos grupos religiosos en el entorno wayuu, una fuerte evangelización en el territorio ancestral que ha perjudicado la cosmovisión y la espiritualidad wayuu: quebranta las tradiciones culturales que se fundamentan en el sistema de conocimiento ancestral, sobre todo, el sistema de creencia que funciona como cimiento del rol ancestral de las mujeres. No obstante, esta problemática no la detuvo. Por el contrario, la impulsó en su sueño como defensora del sistema de conocimiento de la mujer wayuu. Ana Delia estableció pues su enfoque de lucha en la importancia de la mujer al interior de su linaje y en cada proceso de desarrollo de su pueblo y en el cuidado del territorio ancestral. Así, y en compañía de otras de sus coterráneas, se fijó el difícil reto, en un principio, de confrontar los negocios mineros en el territorio. Esta experiencia buscó establecer acuerdos entre el Estado, las empresas mineras y las comunidades, para que se cumpla el derecho del consentimiento y de la consulta previa para no vulnerar los derechos de las comunidades. Esta y otras iniciativas hicieron que Ana Delia y su equipo de trabajo lograran espacios de reflexión importantes que han fortalecido la gobernanza ambiental a través de la aplicación social del Sistema Normativo Wayuu, que garantiza no solo la convivencia y el respeto entre las personas, sino también los principios de armonía y equilibrio en el territorio ancestral, entre los elementos de la naturaleza y la madre tierra. Este sistema jurídico fue declarado por la Unesco como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad en el año 2010. Hace diez años asumió la dirección de comunicación de la Organización Binacional de Mujeres Wayuu y de la Junta Mayor Autónoma de Palabreros y se encarga de difundir en la comunidad los procesos de fortalecimiento cultural que se tejen en los territorios, de darles la palabra a las mujeres y de visibilizar sus derechos. “Con nuestro trabajo –dice con orgullo Ana Delia– hemos tejido procesos de construcción de paz territorial, de fortalecimiento de los conocimientos tradicionales y de gobernanza ambiental al interior de nuestras comunidades”. La sabiduría de la mujer garantiza la permanencia física y espiritual del pueblo wayuu en su territorio, pues a través del rol espiritual de la mujer se preserva la capacidad de reconocer el principio de hermandad entre todos los seres vivos que habitan el planeta Tierra. Ana Delia y varias mujeres wayuu desarrollan una propuesta para obtener la protección y la Propiedad Intelectual Colectiva del Arte del Tejido y salvaguardar los diseños, símbolos y técnicas, pues “ser mujer wayuu es saber tejer el pensamiento y el sueño de hermandad y permanencia”. Del mismo modo, preparan una propuesta de Ley de Propiedad Intelectual Colectiva Indígena en Colombia y Venezuela, para luego llevar a cabo su postulación ante la Unesco.


Mujeres que cuidan la naturaleza. Relatos de defensoras del ambiente en Colombia

Autores/editores: ONU Mujeres, ONU Medio Ambiente y Fundación Natura.
mujeres cuidan naturalezaEn 1992 se realizó en Río de Janeiro la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo, también conocida como la Cumbre de la Tierra o Cumbre de Río, y que derivó en la adopción de la Agenda 21, un plan de acción para construir un modelo de desarrollo más respetuoso con el medio ambiente.La Agenda 21 destaca que “las mujeres desempeñan un papel fundamental en la ordenación del medio ambiente y en el desarrollo. Es, por tanto, imprescindible contar con su plena participación para lograr el desarrollo sostenible”.Con el fin de reconocer y agradecer a las mujeres que desde el campo y desde la ciudad han dedicado su vida a hacer de Colombia un país más sostenible y a trabajar por la defensa del medio ambiente y los recursos naturales, ONU Mujeres y Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, en alianza con la Fundación Natura, presentan este libro con el cual se destaca la trayectoria de un grupo de 29 mujeres colombianas, defensoras del medio ambiente.
Con esta publicación buscamos hacer visible el trabajo y la perseverancia de las mujeres pioneras en materia ambiental en Colombia, desde múltiples espacios como las comunidades, la academia, las instituciones públicas y de esta forma resaltar la importancia del liderazgo de las mujeres para hacer frente al cambio climático y construir un planeta sostenible.

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Información bibliográfica

Año de publicación: 2019
Número de páginas: 109
ISBN/ISSN: 978-958-8753-60-7


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