Autor: Sandra Vanina
Celis
Hija de tiempos
posmodernos, pero aún así terca en la necesidad de construir el socialismo. Colaboradora del proyecto
político Colectivo Ratio
Un susurro se transporta en el viento,
pasando por el Istmo de Tehuantepec y llegando hasta la Sierra Norte de Oaxaca.
Es el susurro colectivo de cientos de mujeres indígenas que se han organizado
en torno al territorio y a las raíces que en él subyacen.
Son
mujeres, no obstante, que consideran que la categoría de
territorio entraña más que selvas, mares, campos y montañas; para ellas entraña
también el cuerpo; su cuerpo. Desde
los pies, pasando por las piernas, la vulva, el ombligo (centro de ese
territorio), los senos y la cabeza; todo eso es su
tierra.
De esta
amplia categoría de territorio ha devenido el
feminismo comunitario, una práctica que se ha extendido por todo el estado de
Oaxaca como un susurro, pero que
se ha transformado en miles de voces exigiendo mejores condiciones de vida para
los pueblos originarios y un alto a la violencia de género, tanto al interior
como al exterior de sus comunidades. En esta simbiosis de cuerpos y
territorios, de territorios y cuerpos, las mujeres han recuperado sus raíces y
su dignidad, defendiendo todo lo que es sagrado en el mundo para ellas.
“El lenguaje
neoliberal ha construido las cárceles para nuestros cuerpos que son las
construcciones sociales-culturales y políticas que se hacen sobre los cuerpos”,
dice Julieta Paredes, poeta, escritora y feminista comunitaria de Bolivia. Por
ello, tanto la tierra como el cuerpo son en esta concepción espacios que se
siembran, se cultivan, que se aman y se defienden. Las
mujeres indígenas entienden que el cuerpo de una mujer es el primer y último
territorio, el más inmediato, y que es suyo porque
el cuerpo, como la tierra, es de quien lo trabaja.
Estas
mujeres han hecho lo que otros feminismos no han podido: llevar a la práctica
cotidiana el empoderamiento de la mujer, el cual va más allá de instancias
jurídicas para posicionarse como un empoderamiento multidimensional en el cual
se vuelven, antes que nada, regentes de su propio cuerpo. Así, y
con la dignidad a tope, estas mujeres oaxqueñas han hecho sus propias alianzas
productivas en sus localidades, haciéndose
autosuficientes y combatiendo la carestía generalizada a la que están sometidos
los pueblos indígenas de nuestro país. Incentivan así el
apoyo mutuo en sus comunidades, mientras
denuncian la violencia de género e intentan reconstruir y defender su identidad
como mujeres y como indígenas.
Una
lógica diferente
Los indígenas,
tanto en México como en otros países del continente, reivindican una lógica muy
suya. Sin la necesidad de conocer las diatribas de la historia de la filosofía
(predominantemente europea), las comunidades no
dejan de darnos lecciones de lo que es aquello que los griegos llamaron praxis: la práctica más allá de la contemplación, la unión entre teoría y
práctica. Porque mientras nosotros interiorizamos las formas de la competencia,
ellos practican el apoyo mutuo; mientras que nosotros pensamos dicotómicamente,
ellos piensan en todo un cosmos de posibilidades que rigen y transforman
nuestro estar en este mundo.
Eso es lo que
ha dado fuerza al feminismo comunitario el cual, con
esas poderosas raíces de lógica indígena, ha podido
hacer florecer la lucha de las mujeres al interior de los pueblos y comunidades
originarias, demostrando que “feminismo” no es sinónimo de “europeo”, al igual
que la praxis no fue un
invento griego, sino una relación social que ellos, como indígenas, mantienen
hasta el día de hoy sin tener que llamarle praxis. Ello no quiere decir que sean reticentes a aceptar otras visiones del
mundo exteriores a su cosmogonía, pero saben que es fundamental, antes que
nada, el rescate de sus raíces. Eso es lo que han hecho las mujeres que han
encontrado en el feminismo un lenguaje que parecía ajeno, pero que con el tiempo se ha descubierto como uno que
puede ser traducido al mixteco, al zapoteco, al mixe o al chinanteco por igual.
“Para entender la
despatriarcalización lo primero que hay que entender es la descolonización del
tiempo, que nuestros pueblos y nuestras comunidades nos estamos
conceptualizando como un cuerpo y desde allí es que vamos hablando”, dice
Julieta Paredes.
Las mujeres de
Oaxaca y de otras comunidades, como la de Cherán, en Michoacán, nos dan así la
más importante lección de feminismo (entre muchas otras): que el
feminismo es un lenguaje no monopolizable y que
debe ser, ante todo, hablado de forma cotidiana para aprenderlo, entenderlo e
ir haciéndolo parte de la vida de todas y todos.
*Imágenes:
1)Pinterest, 2)NSS Oaxaca
Ponentes en
el foro “Mujeres en el poder, comunidad y comunalidad” que se llevó a cabo en
la Feria Internacional del Libro Feminista realizado en mayo de 2017, en el
Museo de Arte Contemporáneo de Oaxaca
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